El renacimiento

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

En el libro “Entre el mundo y yo”, Ta-Nehisi Coates trata de explicarle a su hijo de quince años cómo era vivir, pensar y aprender antes del Internet: “Durante toda tu vida, cuando tienes una pregunta has podido tipearla en un teclado, verla aparecer en un rectángulo junto a un logo corporativo y en segundos, recibir varias páginas de potenciales respuestas.  Pero todavía recuerdo cuando las máquinas de escribir eran útiles.  El amanecer de las Commodore 64 y los días cuando una canción que te gustaba podía ser escuchada momentáneamente en la radio, para luego desaparecer en la nada… Para un joven como yo, la invención del Internet fue como la invención de los viajes especiales”.

Existe un antes y después que los estudiantes ignoran.  No saben cuan poco preparados los deja el sistema educativo actual.  La educación que están recibiendo fue desarrollada a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, para convertir a los campesinos en trabajadores de fábricas y gerentes de oficinas.

El 22 de abril de 1993, cambió la vida de los seres humanos.  Ese día los científicos del National Center for Supercomputing Applications anunciaron que el navegador Mosaic 1.0 estaba abierto al público.

El internet modificó la visión de lo social, político y económico.  Las redes han cambiado nuestra vida diaria y esta transformación se acelera diariamente.

De pronto, estamos más tiempo online que offline, interactuando en un mundo que ha eliminado de la ecuación al editor, presentador y  verificador de contenido.  Tenemos un amplio poder para comunicar a través de la plataforma que seleccionemos.  Y un gran acceso al conocimiento, pero seguimos con un sistema educativo idéntico al de 1893.

Los estudiantes de hoy requieren habilidades blandas, entre las que figuran la comunicación, creatividad, capacidad para trabajar en equipo, diálogo,  responsabilidad, honestidad, buenos modales, sentido común, optimismo, sentido del humor, empatía, compromiso y proactividad a la hora de resolver problemas y generar ideas innovadoras en beneficio de la organización.  Ya no deberían ser máquinas de absorción de conocimiento empírico, eso lo hace la tecnología.

Pero la solución no es simplemente usar tabletas, computadores, teléfonos inteligentes o laptops en los salones de clases tradicionales.  Eso solamente digitaliza el sistema educativo del siglo XIX.  Es el contenido del sistema educativo y la forma de enseñar lo que hay que restructurar.

Así es que si pregunta por qué su hijo se aburre en el colegio o la universidad escuchando las penas que le cuentan sus profesores en clase, para después llegar a la casa y aprender álgebra en YouTube en pocos minutos, estos son los motivos.

Para los estudiantes, ya no tiene sentido ir a clases tradicionales con un modelo que no es acorde a su forma individual de aprender.

Las empresas tampoco están contentas.  Los candidatos que aspiran ocupar las vacantes son, salvo excepciones, producto de un sistema educativo caduco, memorista y que en la mayoría de ocasiones excluye la pedagogía como una disciplina que los profesores deberían practicar para enseñar.

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