Hong Kong, bajo la sombra de Tiananmen

Gina Montaner

Miami, Estados Unidos

Hay que quitarse el sombrero ante los activistas pro democracia en Hong Kong. Durante tres meses han sostenido el pulso con la policía y, a pesar del uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades, han logrado que la jefa del gobierno local, Carrie Lam, dé marcha atrás en un asunto vital para el futuro inmediato de los hongkoneses. Plegándose a las cada vez más preocupantes directrices de China continental, la mandataria del gobierno autónomo de Hong Kong pretendía sacar adelante un proyecto de ley de extradición que habría facilitado la entrega a China de ciudadanos bajo sospecha.

Han sido jornadas interminables en las calles e incluso la toma del aeropuerto, centro neurálgico de viajeros internacionales en un enclave vibrante como lo es esta ex colonia británica. En todo momento el objetivo ha sido defender a capa y espada el espacio de libertad que representa Hong Kong bajo el acecho del régimen comunista de Beijing.

Lógicamente, en 1997 se encendieron las alarmas cuando el territorio de Hong Kong volvió bajo la soberanía china tras un siglo y medio de dominio británico. Ya en aquel entonces los más escépticos advirtieron de que eventualmente sería difícil vivir al margen del estado represivo en China, habituado a sofocar y encerrar a las voces disidentes. Se habló del principio de “un país, dos sistemas”, pero la vocación totalitaria y expansiva del comunismo es un mal difícil de erradicar.

El tiempo ha pasado y los tentáculos de China rozan la existencia de la próspera y democrática isla situada en la zona de Asia Oriental.

Ya en 2014 se produjo lo que se dio a conocer como la Revolución de los Paraguas: fueron ochenta días de protestas para defender un sistema electoral democrático y transparente frente a la intención de que los candidatos fueran pre seleccionados. Cuando la policía lanzaba gas pimienta a la multitud, algunos manifestantes se defendían con paraguas. Así pasó a la historia este movimiento de resistencia pacífica.

Los hongkoneses demócratas no han bajado la guardia, conscientes de que se lo juegan todo si permiten que el gobierno central de China gane terreno. Con el régimen de Xi Jinping vigilando todos los movimientos de los manifestantes y activistas políticos, para ellos era fundamental que no se cediera en la cuestión de la extradición, teniendo en cuenta que el presidio político chino está lleno de desafectos.

Carrie Lam se encuentra en una delicada situación, acorralada entre la presión de Beijing y las exigencias de los hongkoneses. En esta ocasión la oposición ha vencido y ahora le pide otras concesiones: que se investigue de manera independiente la supuesta brutalidad de la policía en las últimas semanas; que se retiren los cargos a los detenidos; que no se tache de “revuelta” a las manifestaciones; y que se garantice el sufragio universal en la elección del mandatario local. Este último punto es primordial para proteger el estado de derecho en Hong Kong, un oasis que se escapa al gulag político de la China comunista.

El gobierno chino, que no titubea a la hora de aplastar cualquier manifestación de libre expresión, observa con impaciencia la firmeza de quienes no se dejarán arrebatar la libertad sin antes dar la batalla.

En un editorial de un medio oficialista, China amenazaba que el “final” está próximo “para aquellos que intentan desestabilizar Hong Kong.” Los jóvenes, que han comprendido el valor de la acción, no quieren que en su tierra se repita el horror de Tiananmen. Hay que quitarse el sombrero por su arrojo y valentía. [©FIRMAS PRESS]

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