La crisis del ALBA favorece las tesis de Marruecos en Latinoamérica

El presidente de Cuba Raúl Castro, izquierda, habla con el gobernante venezolano Nicolás Maduro después de llegar al palacio presidencial de Miraflores para una reunión de emergencia del ALBA en Caracas, Venezuela, el martes 17 de marzo de 2015. (AP Photo/Ariana Cubillos)

Los cambios políticos y las crisis que están viviendo varios países latinoamericanos del grupo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) favorece a Marruecos para tratar de ganar aliados en su postura sobre el conflicto del Sáhara Occidental, según estiman los observadores.

La mayoría de los miembros del ALBA tienen abiertas embajadas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) sin que haya una representación diplomática de Marruecos, y se consideran firmes aliados del Frente Polisario y defensores suyos en los foros internacionales.

No obstante, los cambios internos que viven Bolivia (tras la renuncia de Evo Morales), el conflicto político en Venezuela o la crisis sociopolítica de Nicaragua plantea interrogantes sobre si América Latina sigue siendo «la profundidad estratégica» para el Polisario.

En esta lógica, Marruecos cree que es el momento para ocupar el terreno que está perdiendo el Polisario en el continente, tal y como puso de manifiesto el presidente de la Cámara de Consejeros (alta) del Parlamento marroquí, Hakim Benchemach.

Benchemach, que mantiene estrechas relaciones con las instituciones oficiales y legislativas latinoamericanas, dijo en una entrevista con Efe que en América Latina ha surgido una nueva generación de líderes «que se han liberado de los moldes ideológicos heredados de la época de la Guerra Fría».

Según el presidente de la Cámara de Consejeros, esos cambios podrían acabar con lo que llamó «posturas hostiles a la integridad territorial marroquí» que se tomaban en el pasado en el continente.

La lógica de bloques que creó la Guerra Fría entre los países comunistas y los capitalistas ha hecho que varios gobiernos latinoamericanos de tendencia izquierdista, concretamente los del ALBA, adoptasen la tesis de la RASD.

Además del factor ideológico, el Polisario siempre ha reivindicado la baza cultural y lingüística de ser una nación árabe hispanohablante como argumento para acercarse a América Latina.

El «padre» de la diplomacia saharaui Ahmed Bujari lo expresó en 2008 en una intervención que hizo ante el pleno del Senado de México cuando subrayó que para el pueblo saharaui América Latina constituye «una apuesta de futuro», y un continente con el que su pueblo «comparte una historia colonial similar y un idioma común».

UNA DOBLE ESTRATEGIA PARA AMÉRICA LATINA

Por su parte, Marruecos ha cambiado de táctica, pasando de la confrontación y la «silla vacía» en los foros donde estuviera la RASD a una política de seducción y apertura de canales de diálogo con países cuyo reconocimiento de la RASD es casi doctrinal.

Así, Rabat ha aceptado «convivir» con la RASD al restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba en 2017 y abrir una representación diplomática en la Habana, que durante décadas ha sido la capital donde se han formado las élites saharauis de la RASD.

Según fuentes que pidieron el anonimato, existe ahora un acercamiento de Rabat hacia Ecuador (país que reconoció la RASD en 1983) con el objetivo de establecer relaciones y abrir embajada en Quito.

El pasado septiembre, una delegación oficial ecuatoriana encabezada por viceministro de Relaciones Exteriores, Integración Política y Cooperación Internacional, Andrés Terán, visitó Rabat y se reunió con el ministro de Exteriores, Naser Burita, con el aparente objetivo de iniciar una nueva fase en las relaciones bilaterales.

Solicitadas por Efe, la diplomacia marroquí no quiso hacer declaraciones al respecto.

Con respecto a Venezuela, Marruecos no se mostró neutral y en julio pasado reconoció a Juan Guaidó como «presidente de la Asamblea Nacional», además de recibir oficialmente ese mismo mes a su «enviado especial» Juan Ignacio Guédez

Sin embargo, esta postura no ha significado la ruptura con el régimen de Nicolás Maduro, que de hecho sigue representado en el país con una Embajada a cuyo frente está el Encargado de Negocios Omar Nasser Solórzano.

No obstante, esa táctica de coexistencia con la RASD en varios países no la aplica Rabat con todos los países del continente: el pasado mes de noviembre, el Gobierno marroquí advirtió al de Panamá de que está dispuesto a cerrar su embajada en Rabat, si este país no retiraba su reconocimiento de la república saharaui.

EN BUSCA DE NUEVOS ALIADOS

Los analistas consideran que el próximo paso de Marruecos será hacia los nuevos gobiernos de Bolivia y Uruguay (con un nuevo presidente que ya ha marcado distancias con el ALBA), pues los cambios que viven estos países pueden conducir a «enfriar» la retórica tercermundista y acercarse así a las tesis de Marruecos.

En cualquier caso, el politólogo marroquí Abdeluahed Akmir cree que la diplomacia marroquí tiene que esperar ahora el momento oportuno y actuar de «observadora», porque la prioridad de estos países actualmente se centra en su situación interna.

Akmir dijo a Efe que el legado de la ideología comunista izquierdista «va a desaparecer» con los cambios que se experimentan en países como Bolivia y que pronto «contagiarán» al resto de los países del ALBA. EFE

Más relacionadas