¿Qué haríamos sin ellos?

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Carta abierta al valiente personal médico, honorables fuerzas policiales, distinguidos miembros de las Fuerzas Armadas, periodistas, personal de limpieza y recolección de desechos y empresarios patriotas.

De mi consideración:

El presente escrito viene desde como siente (y mira) la realidad un ciudadano común, que carece de estatus político o un alto grado de posicionamiento público. Quizá por ello, si se detienen a leer las siguientes líneas, podrán hallar un mayor grado de sinceridad en éstas. Como población hemos fallado y les pido disculpas. Muchas veces no nos detenemos a pensar en el gran trabajo que realizan ustedes todos los días, lamentablemente solo cuando hay crisis de esta naturaleza. Este tiempo de cuarentena, más que nunca, gran parte de gente desde la casa se sientan a criticar a todos los grupos que me he permitido nombrar al inicio, sin ponernos a pensar en el sacrificio al cual son obligados por sus labores.

Cada vez que se acude a un hospital algunos no reparan en gritarle a un médico “¡Hey, gracias a mí te pagan el sueldo!” Lo vemos como un peón de las farmacéuticas que se “enriquece a costilla del proletariado”.  En la Década Robada del correísmo fueron ultrajados y llamados “carniceros”, tres mil médicos fueron reemplazados absurdamente por extranjeros paupérrimos y sus sueldos fueron injustamente bajados. Se los ve como burócratas, pero eso no es así. ¡Debe haber justicia para ustedes! A los paramédicos los vemos solo como personal inferior que manejan una ambulancia o bajan heridos y nos enojamos con las enfermeras cada vez que “evitan que veamos a un pariente enfermo”, las insultamos sin más y los epítetos y calificativos con las más burdas palabras afloran en nuestro vocabulario. Esto debe cambiar, es hora de demostrar que los apoyamos ciento por ciento y evitar que su trabajo sea menos catastrófico NO SALIENDO DE CASA, que es la mejor forma de darles la mano.

A los policías, muy arraigados en esa idea orwelliana, se los ve como agentes represivos y los insultan, tratan mal, les lanzan objetos de toda índole y muy malamente los ciudadanos responden con violencia.  Actualmente, a pesar de haber dejado una época de oscurantismo, no se ha cambiado la perspectiva, cuando su labor es hacer cumplir las disposiciones gubernamentales. Son personas que como cualquier otra poseen familias, amigos y solo desean regresar a sus casas sanas y salvas. Tienen derechos y son iguales a cualquier otro grupo de la sociedad civil. No obstante,  una gran mayoría los  critica, pero nadie quiere ponerse el uniforme. Es un delito de lesapatria el no dejarles llegar a sus sitios de descanso. Aquello amerita ser sancionado con todo el peso de la ley y ser catalogado como acto de terrorismo. Cuando los veamos en la calle al salir de compras en un supermercado, ¿qué nos cuesta darles una botella de agua, una mascarilla para que se protejan o demostrarles un poco de aliento? En la revuelta de octubre la ciudadanía se portó mal con ustedes y debemos rectificar esa actitud. Hay que estar eternamente agradecidos.

La memoria es traicionera, nuestras Gloriosas Fuerzas Armadas han combatido y derramado sangre por nuestro país. Defendieron estas tierras de enemigos peruanos en reiteradas ocasiones y hoy se les paga con violencia, con descalificativos y se los minimiza. Ahora luchan contra un enemigo invisible llamado COVID-19 y la insensatez de la gente que sale de sus casas. Por amor a Dios, nunca tiren la toalla. Hoy más que nunca los necesitamos. Son parte del civismo el cual muchos ecuatorianos, que realmente amamos nuestro país, defendemos.

A los periodistas, etiquetados en ser parte de la “prensa corrupta”, pero a pesar de ello no descansan en informar sobre nuestra situación y nos hacen ver en un espejo la cruda verdad. Sin ustedes no podríamos saber ni comprender la magnitud de los hechos que estamos viviendo.

Finalmente, distinguidos empresarios y banqueros, espero que si este texto llega a sus manos sepan que hay alguien que les agradece muy sinceramente. Han sido tachados de corruptos, de capitalistas salvajes y demás. Pero sin sus generosas donaciones muchos médicos no podrían hacerse con kits de protección, pacientes no tendrían respirados y un gran número de ambulancias no podrían estar equipadas como lo están ahora. Han demostrado no solo ser el motor económico de esta República del Ecuador sino que son patriotas, gente que ama a su pueblo, que no quieren ver más muertos en las calles ni en los hospitales. También, el personal de limpieza tiene su participación activa que debe ser reconocida y su sacrificio seguramente será recompensado.

A todos los civiles, hago un llamado de atención. Son ustedes, los que salen, los que buscan enfermarse, que agravan la situación. Es fácil encontrar culpables en el Estado, ¿vale? ¿Quién se apunta para comandar el Ministerio de Salud Pública? ¿Quién quiere “suplantar” a un policía o a un soldado durante sus actividades? ¿Quién quiere ser Ministro de Gobierno? ¿Quién desea apoyar durante toda la jornada al médico exhausto que suspira y se encomienda a Dios todos los días para que no le pase nada? Las puertas están abiertas para el que guste acudir a este llamado. Desde ahora cada uno debe hacerse una pregunta: ¿qué haríamos sin ellos, que trabajan arduamente aún para ellos que tanto los acusan y reprochan?       

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