Vicepresidenta a bordo

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

Todo parece indicar que la flamante vicepresidenta de la República va a acompañar al presidente Lenín Moreno hasta el próximo 24 de mayo, fecha en que tendrá lugar la posesión del nuevo presidente de la República. Todo indica, especialmente por su formación, que la nueva vicepresidenta no va a usar la alta dignidad pública para la que ha sido designada como un simple instrumento para ganar publicidad y venir luego de pocos meses a decirnos que prefiere renunciar al cargo para participar en las próximas elecciones presidenciales dejando así en vacancia la Vicepresidencia; y de esa forma crearle al país nuevamente un episodio de incertidumbre.

Pero hay otras lecciones no menos importantes que nos deja esta elección. No prosperó la tesis de que los candidatos en la terna debían renunciar para constar en la terna por el hecho de que estaban ejerciendo cargos públicos, como si se trataba de una elección popular donde esa inhabilidad sí aplica.

Tampoco prosperó la idea de que la Asamblea Nacional tenía la facultad de “devolver” la terna presidencial alegando tal o cual razón. Ello habría producido un mal precedente, pues ¿que impedía que la siguiente terna sea también devuelta por otros motivos y así sucesivamente? Para evitar ese estado de incerteza es que se estableció la figura jurídica del silencio positivo: si la Asamblea no escogía a uno de los tres candidatos en el plazo previsto, la primera persona en la terna se entendía que había sido designada. Esta disposición le da certidumbre a un proceso donde la decisión del presidente de la República sobre quien lo acompañará como vicepresidente tiene prioridad, y lo que hace la legislatura es jugar un rol más bien secundario.

Después de todo, el nuestro es un régimen presidencialista no parlamentario. Es de esperarse entonces que el presidente incluya en la terna a personas de su confianza, personas que considere son afines a su plan de gobierno.

Solo en nuestro país se le puede ocurrir a alguien exigirle a un presidente que quien lo acompañe como vicepresidente sea un desconocido o inclusive un adversario suyo. Así como solo en nuestro país puede haber quienes sostengan que la conversación telefónica o de otro género entre dos pillos pueda incriminar a una tercera persona que ellos la mencionan. No sería de extrañar que a estas alturas ya estén otros mafiosos “conversando” entre ellos, asegurándose de incriminar a quien se les ocurra durante ese diálogo.

La presión que pone la constitución a la Asamblea –a falta de elección dentro de 30 días se entenderá designada la primera persona en la terna– funcionó entonces. La Asamblea se vio así avocada a tomar una decisión. El tradicional muñequeo, jineteo y chantaje no pudo vencer al calendario que iba a seguir su marcha, les guste o no a los asambleístas. El resto quedará en el plano de la especulación, de si fue una derrota política del Ejecutivo o si no fue más bien una jugada maestra de una mente aguda que logró de carambola varios objetivos políticos a pesar de la frágil nave en la que navega el gobierno de Moreno.

No dejó de llamar la atención, por ejemplo, que la mafia correísta al votar como votó se vio forzada a abandonar su ridícula tesis de que el legítimo vicepresidente de la República es uno que fue juzgado y guarda prisión por corrupto.(O)

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