Quino

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

“La sopa es a la niñez, lo que el comunismo es a la democracia”

Mafalda

Mafalda ha logrado permanecer en la mente y en los corazones de muchas generaciones que hemos visto en esta niña nuestra propia forma de ver el mundo. Ella es la mezcla de madurez e inocencia. Esa hija de una familia argentina de clase media, siempre poseía esa admiración y, a veces hasta repudio, por su entorno.  De entre todos los elementos más entrañables de esta chiquilla era su tortuguita Democracia a lo que se unía su desapego por tomar sopa (lo que muchos sentíamos entre los cinco y seis años de edad). Curiosamente, el genial Quino, nunca reveló el nombre del padre de Mafalda —admirador en potencia de las plantas— y su madre fue bautizada como Raquel. Esta pequeña tenía a su hermanito menor llamado Guille.

La pandilla de Mafalda era esencialmente curiosa: Felipe (un niño dientón que fantasea con ser cowboy y es diestro para el ajedrez), Manolito Goreiro (un muchacho ingenuo y algo torpe que aspira tener mucho dinero y ser un empresario exitoso), Susanita Clotilde Chirusi (que odia a los pobres, defiende la oligarquía, es elitista y es tan racista que cuando pasa el dedo sobre la piel de un hombre negro se lo mira para ver si éste no le ha quedado manchado. Sueña con ser madre de muchos hijos de una clase alta y acomodada.  Le gusta tomar el té y tiene las costumbres más refinadas y odia a Manolito por ser un ignorante, ama a Felipe quien nunca le corresponde) y la última en unirse al grupo es su amiga Libertad (es una niña más bajita que Guille, tiene ideas abiertas sobre política y es una incendiaria con el sistema establecido).

Las libertades hoy más que nunca están en una disminución más radical que cuando los militares obtuvieron el poder en la Argentina, Chile y República Dominicana, por citar algunos ejemplos. Realmente, la propia opresión proviene, ahora, de grupos sociales radicales que buscan eliminar la cultura y el pensamiento crítico ciudadano. El discurso de Mafalda es fácilmente adaptable a toda época. Siempre se cuestiona el poder. De políticos con micrófonos y bellos discursos para convencer, pasamos a engendros que queman iglesias y pintan paredes. Mafalda, de haber nacido en estos años, sería una millennial que seguiría criticando el poder facto de estos nuevos opresores lo que podría resultar que ella salga del camino que han forjado estos populistas que se cargaron personajes como Apu Nahasapeemapetilon en los Simpson y tachan de “machista” a J.R.R. Tolkien.

“Sos una papa frita” es una de las frases más icónicas de las tiras cómicas de este personaje que junto a Condorito (del chileno Pepo) demuestran una Latinoamérica carcomida por la corrupción, la pobreza y la crisis social e intelectual. Quino ha sido un gran referente de la cultura mundial. Umberto Eco tradujo los volúmenes de Mafalda al italiano y le reconoció como uno de los mejores personajes de las tiras cómicas del mundo. Así mismo, el mismo Eco, recomendó Maus una obra gráfica de Artie Spiegelman que fue ganadora del Premio Pulitzer por su gran composición de diseño e historia que desnuda los horrores del Holocausto Judío.

Los cómics son importantes como herramienta de lectura y de análisis. Crear una historieta no es poca cosa y analizar su discurso resulta una empresa aún más laboriosa y compleja. Quino veía a la cotidianidad como algo insufrible. De hecho, lo es.

Yo recuerdo leer junto a mi abuelo Arturo los diez libritos de Mafalda y él mismo me iba explicando referencias y aspectos que no entendía cuando era infante. Pero, las risas y las ideas irónicas fueron cobrando más sentido a medida que crecía. Ahora, a veces cuando nos sentamos a la mesa, de vez en cuando citamos a Mafalda, a su familia y a ese Citroën 2CV que conducía su padre. Sin Mafalda no hubiese hallado el placer de leer pero, sobre todo, lo mejor fue habernos unido mucho por sus historias.

Por eso doy gracias a ese genio, aunque nunca tuve el privilegio de haberlo conocido en persona, pero la verdad es que sin esa pequeña no hubiese tenido un horizonte. ¡Larga vida a Mafalda!       

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