Cinco años después del referéndum que trajo el Brexit, las fricciones continúan

Los partidarios del Pro Brexit celebran fuera de las Casas del Parlamento en Londres, Gran Bretaña, el 31 de enero de 2020. Gran Bretaña sale oficialmente de la UE el 31 de enero de 2020, comenzando un período de transición de once meses. (Reino Unido, Londres) EFE / EPA / NEIL HALL

Londres y Bruselas siguen encallados en un diálogo frustrante para construir su futura relación, incapaces de resolver cuestiones fundamentales como el protocolo irlandés a las puertas de que se cumpla, la próxima semana, el quinto aniversario del referéndum que propició el Brexit.

La histórica consulta anunciada el 20 de febrero de 2016 por el entonces primer ministro conservador David Cameron, y celebrada el 23 de junio de ese año, generó un seísmo político de dimensiones colosales en Europa y en este país, que vio cómo su sociedad se polarizaba hasta extremos inconcebibles.

El exprimer ministro británico, David Cameron, durante una conferencia de prensa. (Foto AP/Mindaugas Kulbis, Archivo)

Cinco años después, el bloque comunitario y su vecino británico aún buscan la forma de entenderse en este nuevo contexto, cuyo engranaje no termina de funcionar al gusto de todos.

Richard Toye, experto en política internacional y profesor en la Universidad de Exeter, opina en declaraciones a Efe que si el plebiscito volviera a celebrarse hoy, «el resultado sería el mismo» pues «los niveles de sentimiento pro y anti Unión Europea no han variado mucho».

No es optimista sobre la evolución del golpeado vínculo entre ambas partes y vaticina que se mantendrán «los actuales niveles de desconfianza o incluso se deteriorarán más por la diferencia fundamental de perspectiva sobre cómo negociar».

En este sentido, la Unión Europea ve «legalmente vinculante» el compromiso adquirido por Londres mientras que el Gobierno británico percibe una «inflexibilidad incomprensible» en el bloque, explica.

Una sociedad fracturada

En cuanto a los efectos sobre la sociedad, Andrew Blick, director del departamento de Política Económica del King’s College de Londres, dice a Efe que hoy «sigue habiendo una división aguda, radicada o conectada con la división entre los partidarios de la salida y de la permanencia y también ligada a otros asuntos culturales».

El gobierno «percibe la necesidad, por razones políticas domésticas, de defender que el Brexit ha sido un éxito y crea distracciones a cualquier problema que puede surgir de ahí».

Por ello, Londres ha buscado «magnificar disputas con Europa», una agenda política «que tendrá consecuencias negativas en las relaciones con el bloque», añade.

El problema de Irlanda

Una de esas broncas políticas versa sobre sus mastodónticas diferencias a la hora de consensuar la forma más adecuada de implementar el protocolo norirlandés, parte crucial del acuerdo de salida a fin de evitar volver a las fronteras entre las Irlandas.

Un quebradero de cabeza que parece no tener fin. De hecho, Johnson y el negociador del Brexit y actual responsable de relaciones con la Unión Europea, David Frost, advertían hace días que no se descarta «ninguna opción» para desenmarañar este lío.

Toye explica que «los británicos no comprendieron las consecuencias del acuerdo que ellos mismos negociaron» y el gobierno «aparentemente cree que las reglas no se les aplican a ellos».

Para el experto estaba claro que «el Brexit, sin importar cómo fuera a gestionarse, siempre iba a producir tensión en el proceso de paz de Irlanda del Norte» y «la insistencia británica en abandonar el mercado único y la unión aduanera sirvieron para maximizar la ya inevitable alteración».

Si inicialmente la «táctica» de Johnson fue negar esta realidad, «ahora que ha ocurrido, ya no es posible disfrazarlo, y la nueva táctica es culpar a la UE por su supuestamente pedante implementación del protocolo», observa el experto.

En la reciente cumbre del G7, Johnson aseguró que no dudará en aplicar el artículo 16 del protocolo -incluido en los acuerdos del Brexit- que prevé que una de las partes tome medidas si cree que el pacto provoca «serias dificultades económicas, sociales o medioambientales».

Según arguye Londres, los controles aduaneros que se pactaron entre Irlanda del Norte y el resto del país generan demasiadas fricciones en su mercado interno.

¿Éxito o caos?

En el plano comercial por el momento las señales tampoco son alentadoras. Las exportaciones de comida y bebidas del país a los Veintisiete bajaron un 47 % en los tres primeros meses del año -frente a 2020-, según la Federación de Alimentos y Bebidas.

El primer ministro británico Boris Johnson durante la reunión del G7. EFE/EPA/NEIL HALL / POOL

Para esta organización, la caída responde a esta nueva relación tras materializarse el Brexit el 1 de enero de este año, combinada, además, con la pandemia.

Aún con todo, Toye valora que el Brexit «ha sido un éxito para Johnson pues la política británica ya no está enteramente dominada y paralizada por él, pese al coste de desastre económico, cuya naturaleza completa ha quedado encubierta por la pandemia».

Por su parte, Blick destaca que el «premier» «florece en el caos» y recuerda que «el caos del Brexit le llevó al poder, lo ayudó a ganar las elecciones generales de 2019, y sigue impulsándolo».

«Aunque todo esto conlleve consecuencias negativas económicas, diplomáticas, políticas y de seguridad para el Reino Unido y sus vecinos, a través de la lente política a corto plazo que parece más importante para Johnson, es un exitoso caos», agrega. EFE (I)

Más relacionadas