Leningrado no olvida el hambre 80 años después del bloqueo

Durante 1942 se hicieron varios intentos de romper el bloqueo, pero todos fracasaron. (Habitantes de Leningrado en las ruinas de una casa bombardeada durante el sitio).

«Existe un concepto: el hambre. Algo tan terrible, tan humillante, tan mortífero, que podrías devorar hasta gatos, perros, pegamento», afirma a Efe el historiador ruso Borís Kovaliov, 80 años después del inicio en un día como hoy del bloqueo de Leningrado, hoy San Petersburgo, una tragedia que perdura en la memoria de sus habitantes.

«Mi percepción del bloqueo está vinculada a los recuerdos de mi tía-abuela, que de milagro no practicó el canibalismo ni devoró cadáveres», comenta el experto.

Una historia sórdida, en la que un vecino de su tía-abuela murió congelado y una amiga de ella le rogaba que fuesen a cortarle un pedazo de carne para comer, pese a que las autoridades soviéticas fusilaban en el acto a quienes atrapasen haciendo esto.

«Mi tía aguantó ese asedio unos veinte minutos, pero cuando finalmente tomaron un cuchillo y fueron a donde el vecino, se encontraron con que ya había sido descuartizado y no quedaba nada», rememora.

LA PESADILLA DE LOS «BLOKÁDNIKI»

La desesperación y la muerte cayeron de improviso sobre Leningrado, una pesadilla que se extendió durante 872 días después de que el Ejército de Hitler cerrase el cerco con ayuda de tropas finlandesas, la División Azul española y unidades navales italianas.

Todavía en la actualidad se conoce como «blokádniki» a quienes quedaron atrapados por el cerco.

Según datos oficiales, más de 632.000 personas murieron de hambre y frío y casi 17.000 perdieron la vida en los bombardeos.

Sin embargo, se estima que la cantidad total de muertes superó las 850.000, cerca de un tercio de la población de la ciudad al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Stalin buscó minimizar la magnitud de la tragedia, ya que ocultó a propósito el número real de víctimas, que cifró en entre 100.000 y 150.000 muertos, según el historiador.

El dictador soviético siempre prefirió «hablar de la victoria, del acto heroico, y no de la tragedia», porque veía esto como «algo humillante».

LA CIUDAD IRREDENTA

Hitler tenía como propósito destruir hasta sus cimientos la ciudad de las tres revoluciones -la de 1905 y las revoluciones de febrero y octubre de 1917-, cuya importancia para la Unión Soviética era crucial.

En tanto, la Unión Soviética no contempló en ningún momento la entrega de la ciudad, ya que le hubiera costado la Flota del Báltico, explica Kovaliov.

«Además, significaría privar al Estado soviético de al menos el 20 % al 30 % de su poderío industrial», añadió.

Porque incluso famélicos, los leningradenses produjeron 713 tanques de guerra en 1941, más de 3.000 armas antitanques, más de 10.000 morteros, 480 blindados y más de 3 millones de municiones.

Otro riesgo era que la rendición podría animar a países «neutrales» como Turquía a declararle la guerra a una Unión Soviética visiblemente más débil.

Finalmente, la actitud del Tercer Reich respecto a la población rusa en los territorios ocupados fue el elemento disuasorio definitivo: el dominio nazi hubiera hecho palidecer la hambruna de los «blokádniki».

LA HISTORIA NO PERDONA EL OLVIDO

«Quisiera que mantuviésemos el recuerdo del sufrimiento de los ‘blokádniki’ el mayor tiempo posible», comenta a su vez el cineasta ruso Andréi Zaitsev a Efe.

Su filme «Diario del Bloqueo», que se estrena hoy en San Petersburgo, cuenta la historia de Olga, una mujer que atraviesa la ciudad para despedirse de su padre, convencida que muy pronto morirá, en una especie de Odisea del hambre.

El largometraje recibió el Gran Premio del 42º Festival Internacional de Moscú, además del premio del público.

La cinta, en blanco y negro, presenta una ciudad fantasmal, poblada de personajes que casi han perdido su naturaleza humana y no les queda fuerza ni para el desespero, humanos acorralados en una situación extrema, sin solución posible.

Si los jóvenes olvidan este sufrimiento no tendrán «inmunidad» ante situaciones como estas, y esto significa «que algo así podría volver a pasar. La historia es cíclica y no perdona el olvido», enfatiza el realizador.

Junto al estreno de su filme, hoy en San Petersburgo se rinde homenaje a las víctimas del bloqueo: en las principales plazas se leen los nombres de aquellos que sucumbieron al hambre, al frío y a los ataques de la artillería y la aviación nazis.

Cientos de personas, entre ellos los pocos «blokádniki» y veteranos de la Segunda Guerra Mundial que siguen con vida, acudieron también al Cementerio Memorial Piskarióvskoye, para depositar los tradicionales claveles rojos ante las fosas comunes de las víctimas del bloqueo y el nazismo. EFE

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