La Policía y la Justicia

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

En el mundo de “los influencers”, el cabo Olmedo debe ser condecorado, exculpado y ascendido. Este acto heroico aumentará la confianza de los uniformados para continuar ejecutando sin trámite previo a todo aquel malandrín que se atreva a agredir, atentar o asaltar lo ajeno.

El criterio de los jueces es vilipendiado, cuestionado y desoído a pesar de tener pruebas determinantes en la sentencia. ¿Estamos acaso conscientes que este menosprecio de la ley, las circunstancias, de los agravantes o de los atenuantes permitirá en poco tiempo favorecer la existencia de “escuadrones de la muerte”, esto es de sicarios uniformados a favor de la justicia, que tomarán a cargo la limpieza de las ciudades afectadas por la delincuencia?

Porque suena muy bien, satisface los anhelos en el corto plazo de la ciudadanía y sin embargo crea un precedente peligroso. Porque en el largo plazo, estaremos lidiando con la brutalidad policiaca, con el abuso de poder, con el miedo a los excesos de los uniformados.

Inmersos como estamos en un ambiente de violencia, aceptamos cerrar un ojo frente a las ejecuciones si nos convienen como sociedad, y a censurar acremente, apoyados por el incesante martillar de los medios, a la debilidad de las fuerzas policiacas.

Ya el comandante general de la Policía advirtió de la necesidad de invertir mil millones de dólares para dotar a la policía de todo lo necesario para cumplir con su deber ciudadano. Cantidad importante, casi equivalente a lo que se robaron del fondo de cesantía de la misma policía, gracias al “ mago “ Cherrez y los mágicos generales del ISSPOL. Como para pensarlo.

Y por eso, me pregunto siempre porqué tenemos que tomar partido. O es blanco o negro. No existen los grises. Y sin embargo el mundo está lleno de grises. Y la ley es la encargada de reglar los excesos del hombre. Porque de lado y lado se comenten abusos, se violentan las leyes, se manipulan influencias y se juzga sin mucho conocimiento de las cosas.

Ante la violencia imperante, se requiere firmeza pero no abusos. Cualquier extremo degenera en caos. En EEUU, cinco policías colaboraron en la muerte de un ciudadano con antecedentes penales, aunque pidió desesperadamente que lo dejen respirar libremente. Y sin embargo lo ahogaron hasta morir. Y fueron juzgados y condenados por exceso de uso de la fuerza.

De igual manera, una mujer policía fue condenada por un error de juicio, cuando disparó su pistola de dotación en vez de usar una paralizante. Una falla que significó la muerte de un ciudadano asustado y en fuga.

Por supuesto concuerdo con la necesidad inmediata de cambiar las leyes que maniatan a la policía, así como considero importante que sus integrantes reciban cursos de capacitación para que entiendan la responsabilidad que conlleva usar un arma mortal en defensa de los ciudadanos.

Pero también es necesaria la ponderación antes de soltar bombas de efecto para lucimiento personal sin escuchar a la contraparte.

Vivir en una atmósfera de escándalo permanente, de descalificaciones sin medida, de oportunismos de coyuntura y afanes de figuración poco o nada aportan a un país desorientado y furioso. Solo sirven para exacerbar los ánimos y alejarnos de los verdaderos responsables del caos.

Porque cuando se trata de apuntar con el dedo, siempre olvidamos a quienes aprobaron las leyes pro-reos, los intereses detrás del narcotráfico, sus tentáculos en el sistema, a quienes se protegen los unos a los otros mientras saquean al Estado.

Los jueces tienen que juzgar los hechos con la ley en la mano, sin elucubraciones ni creencias personales. Pero hasta que la ley no cambie, será una herramienta imperfecta, manipulable y criticable. Vamos al fondo de las cosas entonces, para pedir y lograr cambios de fondo.

El policía Santiago Olmedo. Foto compartida por La Hora.

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