Pasar el Rubicón

Eduardo Peña Triviño

Guayaquil, Ecuador

Los aficionados a la historia antigua recuerdan que fue una decisión de Cayo Julio César, en medio de una guerra civil, que ha quedado como sinónimo de una decisión muy arriesgada que, en su caso, tuvo un desenlace favorable. El presidente Lasso con sus declaraciones sobre la corrupción de algunos asambleístas, ha pasado el Rubicón. El futuro de nuestro país es sombrío.

Para haberse decidido, el presidente debe tener cómo probar sus afirmaciones, a pesar de para muchos no las necesita por la evidente conducta de algunos diputados. Es cierto que con sus palabras rompió un avispero y que se necesitaría un mago del diálogo para componer lo roto.

Hay que pensar en que el gobierno tiene calculados sus próximos pasos y que entre ellos hay opciones que pasan por consultar directamente al pueblo. Puede consultar sobre la sustitución de la actual constitución por la del 98 con reformas, o ir a la muerte cruzada con todos los riesgos que implica. Como no hay antecedentes históricos sobre esta situación, todo está por verse. La institución de la muerte cruzada es incompleta. Por ejemplo, debería prohibirse la reelección de los actuales representantes cuya conducta ha obligado a disolver la Asamblea. Algunos aparecen en los medios con poses solemnes-ridículas, reclamando haber sido ofendidos y esperan, tal vez, merecer la reelección para seguir obstruyendo.

Tener esta asamblea por más de tres años será insufrible. La mayoría carece de información elemental y de una real capacidad para entender la situación mundial, que requiere de toda la concentración del ejecutivo, y no dispone de tiempo para riñas con gentuzas deshonestas.

Si se la decide, la muerte cruzada creará una situación inédita y se anticipa una campaña electoral feroz, en la que el gobierno tendrá que esforzarse para convencer al pueblo que no debe votar por sus radicales opositores. Hay que elegir un parlamento inteligente que ayude a gobernar. La justicia imparcial deberá condenar a quienes se aprovecharon, y lo hacen todavía, de las altas funciones públicas. El pueblo debe saber, por ejemplo, cuánto dinero pierde el gobierno por las pésimas negociaciones petroleras del correísmo y el valor de los atracos a los fondos públicos.

No solo debe actuar para la galería. Hay una numerosa clase media que está insatisfecha por las reformas tributarias, porque se la obliga a pagar más impuestos directos y por la gasolina. Son las personas que aceptan sacrificios por patriotismo, porque son más ilustradas que otras mayorías que se conforman con zapatos nuevos o con  promesas de relumbrón.

Queremos ver inteligencia y audacia. El presidente nos ha dado muestras de firmeza y de saber asumir riesgos. Desde hace  mucho, en todas las democracias se realizan encuestas. ¿Qué dicen? ¿Sabe la gente que con su voto decide el futuro de su propia suerte? Porque lo público mucho influye en lo privado.

Empecé este escrito recordando a uno de los más célebres políticos de todos los tiempos que tuvo la audacia de pasar un río sabiendo que desobedecía una antigua prohibición. Al fin, venció a Pompeyo Magno su poderoso enemigo en Farsalia. La fortuna ayuda a los audaces.  

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