El Estado Islámico fue derrotado hace tres años, pero su presencia se mantiene en Siria

Estado Islámico. Foto: EFE/Archivo

El grupo yihadista Estado Islámico (conocido en países árabes como Dáesh) se aprovecha de la porosidad de las divisiones entre las zonas controladas por los actores enfrentados en Siria para mantener viva su actividad insurgente más de tres años después de ser derrotado territorialmente, según un informe publicado hoy por el centro investigador Crisis Group.

El estudio «Conteniendo a un Estado Islámico resistente en Siria central y nororiental», basado en más de un centenar de entrevistas con diferentes actores, arroja claridad sobre la compleja utilización del desierto central de Badia, a grandes rasgos en manos del Gobierno de Damasco, como una «retaguardia» para la formación terrorista.

A su vez, Dáesh se dedica a recaudar fondos y almacenar suministros en las zonas del noreste controladas por la alianza liderada por kurdos Fuerzas de Siria Democrática (FSD), enfrentada a Damasco, mientras la porosidad entre ambas áreas de influencia permite al grupo yihadista trasladar recursos entre una y otra de acuerdo con sus intereses.

«El grupo mueve hombres y material entre las regiones controladas por el régimen y las FSD dependiendo de sus objetivos cambiantes, sus necesidades logísticas y las vulnerabilidades de sus enemigos en cada área», alerta el informe, que aboga por limitar su libertad de movimientos y evitar confrontaciones entre las autoridades en ambas zonas.

Funciones distintas

Según el texto, desde al menos 2019 el Estado Islámico se vale del desierto de Badia para entrenar a nuevos reclutas, almacenar armamento y mantener escondrijos en los que sus efectivos puedan guarecerse cuando sea necesario, unos intereses que trata de salvaguardar mientras intenta evitar mayores avances de las tropas gubernamentales sirias.

El alto el fuego decretado en 2020 en el último bastión opositor del país, la provincia de Idlib, permitió a las tropas leales el presidente sirio, Bachar al Asad, centrarse al año siguiente en reforzar sus operaciones contra Dáesh, lo que provocó un descenso de los ataques yihadistas en Badia.

Sus campañas y las de sus aliados causaron también un desplazamiento de terroristas hacia las zonas controladas por las FSD, lo que parece haber permitido a la formación terrorista intensificar sus acciones allí, explican los analistas del Crisis Group.

Si bien en el noreste su actividad se ha centrado en ataques de poca envergadura, a menudo contra objetivos vinculados a las autoridades locales para minar la confianza de la población en ellas, el pasado enero la formación protagonizó en la región un motín de prisioneros con casi medio millar de muertos.

El alzamiento, ocurrido en una cárcel administrada por los kurdosirios, fue su mayor acción desde que el EI perdió su último reducto en Siria, en marzo de 2019.

Así las cosas, el informe recomienda a la coalición internacional de lucha contra el Estado Islámico en Irak y Siria, liderada por EE.UU., incrementar el apoyo a sus aliados kurdosirios en el noreste, y a Damasco y Rusia intensificar la seguridad en las líneas de control en Badia.

«Un Dáesh más fuerte en el noreste podría pronto tratar de apuntalar a sus células en el desierto central con nuevos reclutas y suministros», consideraron los expertos, si bien ven poco probable que el EI vuelve a suponer un «peligro global» como lo fue durante el «califato». EFE (I)

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