Federalismo

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

El federalismo surgió como una alternativa para mantener la unión de territorios con una trayectoria histórica y política común que, al disolverse el sistema político que los mantenía unidos, corrían el peligro de dispersarse en unidades independientes.

“Cuando una familia o un pueblo se dividen, lo hacen en contra de sí mismos”, sostiene John Jay en El Federalista. Unir, por tanto, es la base del federalismo de los Estados Unidos de América y también del federalismo italiano. En el primer caso, surge para enfrentar la disolución del orden colonial que amenazaba con crear un archipiélago de lo que había sido un continente, y en el segundo, para posibilitar la existencia de Italia. Esperanza que llevó a Maquiavelo a escribir El Príncipe.  

Que se sepa, ningún Estado federal ha nacido de la disolución de un Estado unitario. La propuesta de convertir un Estado unitario en uno federal no responde al principio unionista (Estado único) que ha impulsado la constitución de este sistema político en el mundo, sino más bien al separatismo. En el fondo, la propuesta federalista de Jaime Nebot, planteada en las últimas semanas, tiene más que ver con el independentismo vasco o catalán que con las motivaciones unionistas del federalismo norteamericano o italiano.

La propuesta de Nebot no pretende unir, sino separar, anclada como está en una visión caudillista del poder y la autoridad. Hace cien años, el poeta riobambeño Miguel Ángel León decía que era necesaria, en el país, “la presencia de una institución fuerte y eficaz” para defenderlo de lo más estúpido y mediocre, “del gamonalismo, del caciquismo en política, que envenena la vida de la colectividad y burla el cumplimiento de los ideales democráticos”.

En un contexto político como el nuestro -dominado por el caudillismo- la distribución de la autoridad y el poder entre un gobierno central y unos gobiernos locales, en lugar de promover el desarrollo de los territorios administrados por estos últimos terminará fortaleciendo el poder de los caudillos de la localidad, como Jaime Nebot en Guayas.

La distribución del poder y la autoridad genera otro problema: la competencia entre el gobierno central y los gobiernos locales. Competencia que, estimulada por la sed insaciable de poder y control que caracteriza a los caudillos autóctonos, puede generar tensiones tan fuertes que conduzcan a la ruptura del Estado.

Además, y puesto que en un sistema federal los miembros que lo componen tienen, aparte de facultades ejecutivas, facultades legislativas y judiciales, es muy probable que los avances que en materia de derechos humanos se han alcanzado en el país se reviertan. En la actualidad, en los Estados Unidos, coexisten estados en los que la pena de muerte se mantiene con otros en los que este castigo, el máximo que se puede imponer a una persona, ha sido abolido.

¿La instauración de un régimen federal es la solución a los graves problemas que vive Ecuador? De ninguna manera. Es la solución -más bravuconada o presión al gobierno que propuesta seria- que ha encontrado el caudillismo guayaquileño para darse un poco de aire.

Jaime Nebot

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