La dignidad humana como base del bien moral y social

María de Lourdes Maldonado

Quito, Ecuador

Frente a la humanidad que sufre una pérdida creciente de valores y una falta de sentido vital, es necesario analizar y tomar postura frente a lo que está sucediendo.

Son muchos los filósofos que han intentado explicar sus orígenes. Hoy me atrevo a aportar un granito de arena sobre el asunto. Creo que la mayoría de los macro problemas que las personas hemos generado en el mundo radican en una limitada conceptualización de la dignidad humana. 

Si no rescatamos la importancia de la condición humana y comprendemos la esencia misma de la persona, todo esfuerzo por generar un cambio social resulta inútil. No es cierto que todos somos iguales, es fácil darse cuenta en lo físico, en lo económico, en las oportunidades, etc. Solo en una cosa somos completamente iguales: en la dignidad.

La grandeza de una persona se deriva justamente de su dignidad. Su capacidad de entender, consentir, decidir y asumir la responsabilidad de sus actos, la colocan por encima de todo ser viviente. Por eso, inclusive, el hombre está por encima de la naturaleza, sin perjuicio de su responsabilidad en su conservación. Sin embargo, desconocer la dignidad humana es olvidarse del valor del ser humano.

La dignidad le es otorgada al ser humano en el momento de la concepción y termina -pero sin excluir- con la muerte. Ese es el fundamento mismo del derecho a la vida.  De ahí derivan no solamente los derechos humanos fundamentales, sino además otras garantías a favor de la protección de la maternidad, la seguridad, el respeto de la familia como presupuestos para el desarrollo integral de la persona.  

Cada persona importa; no hay un ser humano que no merezca respeto y consideración. Cuando hablamos de dignidad no existe categoría de seres humanos, privilegiados o no privilegiados.  Ninguna persona puede ser valorada en función de consideraciones utilitarias. Ricos, pobres, poderosos y subordinados, niños, jóvenes, adultos y ancianos, independientemente de su raza, sexo, cultura, educación, creencias o convicciones, todos y absolutamente todos, merecen igual cuidado, respeto y protección.

No existe ni una sola causa social por altruista que parezca, como la consecución de la paz, que pueda atentar contra la dignidad de un ser humano. Nada debe poner en peligro la dignidad de las personas. El criterio supremo en el momento de tomar decisiones políticas, económicas y sociales debería ser, en primer lugar, el respeto de la dignidad de cada uno.

Aunque existen una serie de valores fundamentales como son la libertad y la igualdad, estos a su vez se fundamentan en el necesario reconocimiento de la dignidad de las personas. Todos los seres humanos, sin distinción, por su dignidad deben estar garantizados en sus derechos. Así, la dignidad humana es el núcleo fundamental de la idea de los derechos humanos y así lo reconoció la propia Asamblea General de la ONU en el año 1948. 

De igual manera, la referencia de la dignidad de la persona se encuentra en la Constitución Política del Ecuador. El texto constitucional, en su integridad, busca adecuar todo el ordenamiento jurídico, formal y materialmente, para el efectivo reconocimiento de la dignidad del ser humano.  De ahí, que toda resolución, sea política o jurídica en el Ecuador, que atente contra la dignidad de las personas, es no solo inconstitucional, sino además ilegítima.

Lamentablemente, nos encontramos frente a una decadencia de apreciación de la dignidad humana. Nos hemos olvidado de que una de sus atribuciones fundamentales es garantizar la existencia.  Que  el presupuesto, sine qua non para la convivencia pacífica y armónica entre los individuos, es el reconocimiento de la dignidad humana del otro.

Citando a Kant, el hombre es un fin en sí mismo. “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”.  Todo proyecto de vida de la humanidad debe ser cimentado en el desarrollo integral del ser humano. Cualquier sistema que dañe al hombre -en toda la acepción de la palabra-, es atentatorio contra la dignidad humana y por ende, carece de legitimidad desde el punto de vista jurídico, moral y social, y debe ser rechazado.

La dignidad humana es el fundamento de la legitimación del orden político de un pueblo del cual emergen todos los derechos y valores.  La dignidad de la persona implica reconocer al otro en las relaciones interpersonales y el más alto deber del Estado debe ser reconocer, garantizar y promover esta dignidad, removiendo los obstáculos que se oponen a ello. 

El bien moral, como nos recuerda Aristóteles, sólo se realiza a plenitud si cada ser humano es respetado y valorado como ser individual y social, con sus características y condiciones particulares, por el solo hecho de ser persona.

  • Dignidad y Derecho
La gente corre hacia el mar en la playa de Scheveningen el día de Año Nuevo, Scheveningen, Países Bajos, el 1 de enero de 2023. La tradicional inmersión de Año Nuevo se reanudó después de que se cancelaran las dos ediciones anteriores debido a la crisis de la corona. (Países Bajos; Holanda) EFE/EPA/REMKO DE WAAL

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