Rochester, Estados Unidos
Así. Sin eufemismos. Una suma de errores que se pagan caro. Producto de la ceguera del poder, el servilismo del círculo íntimo y la incapacidad para descifrar las señales que enviaba el pueblo. Un fracaso regional esperado, pero un error de cálculo sorprendente para un Presidente en funciones.
El gran perdedor no es únicamente el gobierno, sino el País, que sacrifica nuevamente una oportunidad de progreso para satisfacer a liderazgos efímeros pero tristemente efectivos. La política es por supuesto un juego de azar. No siempre se gana, no siempre se pierde. Pero siempre se aprende. La lógica no está en las preguntas sino en la falta de respuestas oportunas. Allí están los resultados. Aquellos que ni la prepotencia de unos ni la sordera de otros pueden soslayar.
El pueblo habló. Fuerte y claro. No con la cabeza sino con el estómago, como suele hacerlo. Sostengo que se equivocó. Pero eso tampoco es una novedad. Estamos acostumbrados a los errores históricos, a los atajos, a la marcha atrás. El temor al cambio es finalmente un detonante para refugiarse en un pasado tenebroso y falaz. Mientras sigamos considerando al Estado como un botín y a sus instituciones como un pozo inagotable de recursos, no saldremos del subdesarrollo ni económico ni mental en el que estamos inmersos.
Hoy se abre un nuevo capítulo en la historia política del País. Se ha perdido una batalla, pero la guerra contra la sinrazón, el populismo, el despilfarro y el engaño sigue en pie.
De nosotros depende despojarnos de falsos ídolos, cuenteros y líderes caducos, que únicamente apuestan a sus intereses, y substituirlos por políticos con planes, preparación y liderazgos genuinos. Que busquen la unión en aras de objetivos nacionales. Y volver a emprender en la lucha por las ideas, porque eso es algo que nunca termina.
