
Guayaquil, Ecuador
Resulta impactante que al momento de transitar por Guayaquil podamos notar el claro abandono municipal que en esta ciudad se empieza a convertir en característica. Y es que un cabildo dedicado a la emisión de opiniones por redes sociales, a una fuerte campaña populista y un enfocado trabajo en hacer “obras” solo donde, por casualidad, se encuentra su mayor foco votante, no es el puerto principal en el que muchos crecimos.
Cuan normal era caminar por el malecón y sentirse orgulloso, pasear por el centro y notar su pujante desarrollo y, sobre todo, saber que al hacerlo no iban a haber los cúmulos de basura, mismos que ahora parece que juegan a formar una pirámide de pizza.
Casualmente el mes pasado había acordado con mi familia el ir dar un paseo sabatino por el Malecón 2000. Lo que nos encontramos no era parte de la prodigiosa costumbre de excelencia que habíamos desarrollado; las escaleras automáticas no servían, el Mercado del Río estaba a medio vapor, y la presencia masiva de desorden producto de un servicio deficiente de la guardia metropolitana nos quitaban la calma.
Decepcionados por aquel momento salimos del lugar, y algo en mi me decía “quizás es solo un proceso para una mejora posterior”, ya saben queridos lectores, cuando uno ama su ciudad no le importa quien sea el que la administre, con tal de que lo haga bien y cada vez mejor. Pero a la salida llegó la estocada final a la decepción, tener que sortear los baches en plena avenida Simón Bolívar ya era un error injustificable. ¿Cómo es posible tanto abandono en nuestro foco turístico?
Sin embargo, no debemos preocuparnos solo del turismo, seria mezquino de mi parte redactar un análisis solo basado en la experiencia de una noche.
Los errores son entendibles hasta que afectan nuestro diario vivir. El pésimo estado de las calles en sectores diversos de la ciudad, el cada vez menos eficiente sistema de recolección de basura y el orden ciudadano ejercido por la guardia metropolitana cada vez mas permisivo a irregularidades ajenas de una ciudad de primer mundo, nos están marcando la pauta de un modelo que no es con el que esta ciudad creció y se convirtió en modelo y orgullo nacional.
Pero a todo esto, no es necesario hablar de los errores o los problemas, ya que estos ya ustedes los palpan a diario, es momento de hablar de las soluciones a ellos.
Un cabildo abierto, que escuche la voz fresca de los jóvenes que quieren a su ciudad y que cuando discrepan sean tratados con respeto por ello y no con odio, es uno de los principales puntales a los cuales avocar; seguido de una administración responsable, con experiencia y reputación clara, no una improvisada y cuya reputación la quiere poner en juego al ser en exceso “autentico”.
Se ha malinterpretado el ser guayaquileño, han intentado posicionar que esto es sinónimo de vulgaridad y chabacanería, cuando no es así. Ser guayaquileño es, como decía con fuerza el expresidente Arosemena, tener una actitud ante la vida y una resolución ante la muerte. Aquello es muy cierto.
El guayaquileño es trabajador, aguerrido, generoso, pero así también es respetuoso, directo y frontal, sin que ello justifique el irrespeto y la intolerancia al pensamiento diferente.

Son estas características las que deben investir al burgomaestre, porque ser alcalde de Guayaquil no es solo administrar el municipio, sino, es representar a su pueblo, defenderlo y sobre todo, respetarlo, porque un alcalde que no vea la crítica como oportunidad sino como ataque es aquel que está abandonando a sus conciudadanos y eso se siente.