“Patria, tierra sagrada”

La cantábamos en el Colegio Cristóbal Colón, a principios de los años sesenta. Con unción y con cariño. Escrita hace muchos años por Manuel María Sánchez Baquero, la musicalizó Sixto Durán Cárdenas, notable pianista que sirvió en el Conservatorio Nacional de Música en la época de Eloy Alfaro. Luego de ello se popularizó. La volví a escuchar oficialmente en el Congreso Nacional de 1.992 cuando los diputados elegidos para aquel bienio tomamos posesión. “Canción Patria”, decía el orden del día de toda sesión solemne del Congreso, y luego de cantarla, se la clausuraba. Los militares hacían el saludo mientras la escuchaban, muchos diputados se ponían la mano en el corazón. Otros simplemente la escuchábamos y cantábamos con enorme respeto.

Hasta que llegó el año 2007. Y entre las cosas que nos robaron, estuvo la “Canción Patria”. No contentos con despojarnos de las libertades y de buena parte del patrimonio, el correato nos robó la canción. Se apropió de ella. La utilizó como himno del movimiento. Y logró identificar la canción con el verdeflex de Alianza País. Hubo protestas tímidas en su rato, que fueron apagadas por el aparato de “propagandia” desatado por el oficialismo. Y en cada sabatina, en cada asamblea partidaria, la canción patria era entonada por todos los áulicos “con infinito amor”.

Hoy, cuando se ha levantado el velo de la impunidad, vemos como durante todo el decenio, nuestra Patria fue afectada quizás como nunca antes. Porque todas las instituciones fueron contaminadas. Los medios incautados, puestos al servicio del oficialismo, y luego, de una candidatura presidencial; la justicia, convertida en herramienta de persecución y enriquecimiento; la Asamblea, prohibida de fiscalizar, como lo reconoció un antiguo correísta; el aparato tributario, convertido en herramienta de presión y exacción a las empresas; las empresas estatales, convertidas en chequera personal de los jerarcas del partido; la narcoguerrilla, financiando campañas electorales y obligando a tomar decisiones contra la seguridad nacional; y, la seguridad interna convertida en instrumento para implantar un terrorismo de estado que llevó a secuestrar opositores, meterlos a la cárcel, e incluso a inventar un “golpe de estado” que no fue tal y cuyas consecuencias fueron la muerte y encarcelamiento de policías y civiles.

Todo ello configuró un entorno de represión que llevó al dictador a cometer delitos de lesa humanidad por los cuales está siendo investigado a fondo, eventualmente juzgado y posiblemente sancionado. Todo ello ha mancillado a la Patria, tierra sagrada, que es como debemos considerarla. Todo ello la ha enlodado y humillado, necesitándose una cirugía mayor para extirpar este tumor canceroso que se extendió por todas las instituciones del Estado. Pero estamos saliendo. Con cierta rapidez, ciertamente, se está develando poco a poco el verdadero retrato de este Dorian Grey criollo, que tenía escondido en el desván su verdadero rostro vesánico, lleno de cicatrices producto de la corrupción, el abuso, el saqueo y quien sabe que otros delitos que pronto deben salir a la luz.

No sé si algún día se volverá a cantar la “Canción Patria” en los colegios y escuelas. Y en los actos oficiales. No sé si la podremos recuperar luego de la confiscación de que fue objeto. A muchos les dolería cantarla, por los recuerdos que nos trae. Pero sé que estamos recuperando la Patria. Poco a poco. Durante la campaña electoral hubo una alternativa valiente, frontal y propositiva frente al oficialismo, por la cual votó, en realidad, la mayoría del país. Bien ha hecho el Presidente en sintonizarse con esa mayoría. Recoger sus propuestas. Y sobre todo ser sensible al clamoroso pedido de enfrentar los casos de corrupción.

Hace algunos años, un famoso encuestador le decía a los políticos que no hablen durante la campaña de “corrupción” porque no era una prioridad para los ecuatorianos. En las encuestas aparecía la corrupción “séptima”, decía, muy por debajo del desempleo y del costo de la vida. Y los políticos no incorporaron en su discurso el tema de la corrupción. Quizás por eso nos pasó lo que nos ocurrió. Por hacerle caso a los cínicos. Los vientos de fronda que están soplando sobre el país son positivos. No soplan tan fuerte a veces como se quisiera. Pero soplan en la dirección correcta. Y esperemos que terminen de llevarse los vestigios del oprobioso régimen que oprimió a la República durante diez largos años.

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