Reflexiones sobre el 30 de abril: el día que cambió todo en Venezuela

Orlando Avendaño
Caracas, Venezuela

Un día largo. Interminable. Histórico, sin duda. Jamás había sentido tanto flujo de información relevante al mismo tiempo. De forma torrencial llegaban noticias a cada rato. Algunas verídicas y otras que solo obedecían al deseo. La tarea de cubrir fue titánica y cada tanto lo invitaba a uno a la imprudencia o a caer en fake news.

Luego de casi treinta y seis horas sin dormir terminó la jornada. Fue monitorizada desde el primer momento, cuando el periodista Alberto Ravell, director del Centro Nacional de Comunicaciones del presidente Juan Guaidó, anunció a las 5 de la mañana que había una «situación irregular» en Caracas.

Lo que empezó generando una euforia rara, casi absurda, indispensable más que nunca para revivir ese entusiasmo que se había extraviado, terminó en una desesperanza general, otra vez. Decepción, ese sentimiento al que el venezolano ya está angustiosamente acostumbrado.

Pero lo de este 30 de abril no ha sido una derrota ni un fracaso. Muy lejos de eso. Esta tarde hablaba con el brillante profesor Asdrúbal Aguiar y me hizo una precisión bastante acertada: «Este episodio me recuerda al ‘por ahora’ del 4 de febrero de 1992. Quizá ese día fracasó Hugo Chávez, pero también lo hizo la democracia. Jamás se volvió a la estabilidad o sensación que había antes del 4F. Ese golpe fue tan duro que la democracia se desmoronó en poco». Paradójico que así muera la Revolución Bolivariana.

La urgencia obligó a tomar decisiones antes. Se adelantó la insurrección, lo que provocó desorden. Parecía que se andaba sobre una agenda improvisada; pero la realidad fue que, ante un escenario adelantado, no todo salió como se llevaba semanas tramando. No actuaron los que debían hacerlo y muchos decidieron, al final, darle la espalda al movimiento. En la noche, cuando habló Juan Guaidó, lo único palpable que pudo ofrecer como conquista fue la liberación de Leopoldo y la muestra de apoyo de algunos soldados.

Pero hay mucho que tomar en cuenta. Aún no ha terminado el 30 de abril. Lo que hoy queda claro es que fue un breaking point. El parteaguas de esta historia. No habrá pre-30A como no hubo pre-4F. Guaidó no ganó —no ha ganado—, pero tampoco lo hizo Maduro. Y, seguro, jamás recuperará la estabilidad y gobernabilidad, claro, menguada, que sí tenía el 29 de abril.

La balanza no se ha decantado. Ningún bando controla nada, pero tendería a inclinarse a favor de Juan Guaidó. Son los rusos y los cubanos lo que impiden, aparentemente, que se concluya este episodio. Eso, en poco, lo resolverá Estados Unidos. De momento, algunas reflexiones:

I) Maduro no tiene el poder. Su ausencia por más de 16 horas lo ratifica y el liderazgo lo demostró Diosdado Cabello. Hasta ahora un incondicional de Maduro, aunque no necesariamente su aliado. Compañero de causa hasta que Maduro se vuelva incómodo para continuar la Revolución —esa que nunca se podrá sacudir—.

II) De la cadena de Nicolás Maduro sobresalió que fue grabada, no estaba todo el alto mando militar, el dictador andaba descolocado y tampoco estaba Maikel Moreno, el presidente del ilegal Tribunal Supremo de Justicia. Presencia del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, a su lado, pretendió apartar suposiciones sobre traición. Pero no estaba Moreno. Hay que recordar que el asesor de seguridad de Estados Unidos, John Bolton, mencionó al presidente del ilegal Tribunal y a Padrino López entre los chavistas de alto perfil que venían negociando con el Gobierno de Donald Trump.

III) Maduro confirmó otro gran hecho de ayer sobre el que se especulaba: el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), la policía política del régimen, se quebró. La salida del director del SEBIN, Cristopher Figuera, luego de que se apartara, y la liberación de Leopoldo son los avisos de un organismo que no se mantuvo leal en un momento clave.

IV) Otro que no apareció en un rato largo fue Juan Guaidó. Sin embargo, por razones diametralmente opuestas a las de Maduro. Leopoldo López, supuestamente, también se escondía, pero al abandonar la embajada chilena se volvió a exponer. Ellos estaban negociando y diagramando estrategias.

V) El discurso de Guaidó fue demasiado llano para el momento. Vacío. Era lo único que le correspondía decir. Sus palabras no se ajustaban con lo que ocurría backstage. Aún está pasando demasiado y no es momento de decirlo. Pronto ofrecerá más resultados.

VI) La apuesta de Juan Guaidó y Leopoldo López fue gigante. An enormous gamble. Un all in. Y si, después del riesgo de ayer aún hoy insisten es porque el control de los militares, en gran parte, lo tienen ellos. O al menos la certeza de que lo tendrán.

VII) Estados Unidos, en voz de Mike Pompeo, John Bolton y Elliot Abrams, hoy declaró como tenía tiempo sin hacerlo sobre la intervención. «Si eso es lo que se requiere, eso es lo que Estados Unidos hará». cCerraron el espacio aéreo en Venezuela. Disuasión al máximo de cara a la misma estrategia que vienen manejando: una negociación con militares chavistas.

VIII) Hoy el pulseo continúa. Si los venezolanos son rehenes en su propia casa y Maduro el secuestrador, es claro que el secuestro terminó porque: la policía más destacada y mejor preparada del condado los tiene rodeados y hay un motín en la casa. Solo otra fuerza, jamás tan poderosa como la primera, puede darle tiempo a Maduro.

IX) A Maduro le toca: retar a la fuerza externa, arriesgándose a que sus compañeros, que no quieren enfrentar a la policía, lo entreguen; o seguir esperando por algún deus ex machina. Rusia probablemente jamás llegue.

X) En ese sentido, si los rehenes que iniciaron el motín, y que han acordado con algunos secuestradores, juegan bien, y la policía que los rodea aumenta la presión, apunta y se prepara para apretar el gatillo, esto se podría resolver muy pronto. Episodios así no duran muchas horas.

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