Martín Santiváñez Vivanco
Lima, Perú
Perú y Chile tienen ante sí una magnífica oportunidad para demostrar que es posible, después de sendas guerras fratricidas y oscuras rivalidades históricas, construir un futuro de paz y dignidad anclado en el respeto al Estado de Derecho. El fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha sido, como todos sus precedentes lo indican, un fallo equilibrado, que reconoce parte de la pretensión peruana sin alterar del todo la posición chilena. El Perú, cuando decidió elevar su reclamo a la jurisdicción internacional, sometió voluntariamente al Derecho la totalidad de su aspiración soberana, aun a sabiendas de que la CIJ es una institución que dictamina de forma salomónica. Chile, al aceptar la intervención de la Corte, también demostró su apuesta por la vía jurídica. Que los dos países antagónicos del Pacífico Sur decidan dirimir sus diferencias por la vía legal es ya un gran ejemplo para toda la región y un gran paso para esa utopía indicativa que es la unidad política de Sudamérica.
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