Opinión

Amigos de barrio

Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

El que ha vivido en un barrio y ha construido amistades allí, sabe que estas se cimientan en la sencillez y la cercanía, condiciones que funcionan como un código genético que se comparte hasta la tumba. La gente se conoce por sus nombres o apodos, se saluda con un afecto especial y refiere con un cariño a prueba de balas a ese lugar común que retrotrae a la infancia y a la adolescencia, edades en las que no existe política, religión, clase social, ni raza que separe. El otro, el amigo de barrio, es un igual. A veces, la vida y eventos inesperados nos permiten descubrir que ese otro es muy distinto en su esencia e historia. Y que los caminos recorridos en la adultez bifurcan los senderos hasta límites insospechados. Pero las primeras palabras y los mismos gestos de antes, devuelven en cada reencuentro ese ángel inconfundible del barrio. Y el milagro se reinstala con su frescura eterna y con la tranquilidad de poder hablar sin poses y con una liviandad siempre bienvenida.

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