Opinión

La importancia de llamarse Leopoldo López

Miguel Molina Díaz
Barcelona, España

Reconocí su rostro a primera vista. Era Bolívar. Yo caminaba por Nueva York en los primeros días de la primavera del 2012. Respiré profundamente y me acerqué a él. Los rayos del sol iluminaban la estatua del Libertador de América. Junto al escudo de mi país estaban los de Colombia, Venezuela, Panamá y Bolivia. Dicen que estar lejos hace que la identidad latinoamericana se incruste en lo más hondo del pecho. Ese instante, frente a Bolívar, recordé dos eventos fundamentales de mi vida. El primero fue la lectura que hice de ‘El general en su laberinto’ cuando tenía 16 años. El segundo fue la promesa que hicimos en el 2011 un grupo de ecuatorianos, colombianos y venezolanos para asumir como una íntima convicción el sueño de Simón Bolívar.

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Opinión

«He arado en el mar»

Por Alberto Molina
Quito, Ecuador

El cadáver del Libertador Simón Bolívar fue exhumado por orden de Hugo Chávez en la madrugada del viernes 16 de julio de 2010. Los restos del Libertador descansaban en paz en el Panteón de los Héroes venezolanos desde el 28 de octubre de 1876. Simón Bolívar nació en Caracas en 1783 y murió en Santa Marta, Colombia, en 1830. Una de las razones para cometer este sacrilegio es porque Chávez sospechaba que el Libertador fue envenenado con arsénico y que no murió por tuberculosis, versión que se ha sostenido históricamente.

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