La sociedad de las frases muertas

Por Eduardo Varas

Encuentro de Humor Gráfico y Periodismo. Quito. No hubo mucha gente, lo que es una pena. Esto tenía que generar tal movimiento que el Centro Cultural de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador debía estar repleto, pero no fue así (esto no me sorprende en el país). Entró Plantú, un grande la caricatura mundial. Trabaja en Le Monde y hace unos años le dio vida a una de las mejores hipérboles que se pudieron hacer en medio del drama que hubo por los dibujos de Mahoma: un lápiz enorme delineando al profeta prohibido no con trazos, sino con una leyenda: “No debería dibujar a Mahoma”. Plantú sonrió, habló con algunas personas. Lo apoyó un grupo de traductores que llevaron al español su francés conversado. Luego el caos. Alguien entró, buscó y se llevó su laptop, robo maestro porque nadie vio nada.
Sí, a un tipo impresionante lo dejaron sin una de sus herramientas de trabajo. Pero eso no resulta extraño por acá.
Lo que realmente me extraña de todo esto es que no se haya hablado mucho más de este Encuentro, salvo como una curiosidad. Quizás diario El Universo, su ‘auspiciante’ principal, se preocupó por darle algo de importancia a lo que pasó la semana pasada en suelo nacional… pero estamos tan perdidos en juegos retóricos que cuando hay discusiones reales sobre lo que sucede en una sociedad y sus prácticas de expresión (justo en el momento en que las palabras se convierten en escudos y no existe ninguna otra posibilidad de contacto), mejor es el silencio. Las ideas que se endurecen y no ceden al diálogo o a las dudas, son ideas nocivas.
Y mientras empleados y organizadores corrían de un lado al otro en búsqueda de la laptop o para atrapar a su ladrón, Ares (Arístides Esteban Hernández Guerrero, caricaturista y artista cubano, de esos que no se van de la Isla porque desea quedarse ahí… y de los que gana premios que da miedo y publica libros en todo sitio) estaba sentado en una mesa larga y esperaba la conversación de cualquier interlocutor. Me acerqué y le pregunté sobre lo que le escuché decir minutos atrás: “Libertad de expresión total no existe en ningún lado”. Le hablé sobre la censura (porque con esto del Salón de Julio y sus bases, las leyes que se gestan y las demandas a medios por parte de funcionarios públicos… no hay cómo hablar de otra cosa) y Ares fue claro en su respuesta: “Se pueden vencer los espacios de censura. Ningún medio tiene una completa libertad de expresión, pues dependen de los dueños (…) Nosotros, los caricaturistas, usamos códigos para transmitir lo que queremos (…) usamos símbolos (…) codificamos y la gente es capaz de decodificar lo que dibujamos”. Símbolos, creatividad, inteligencia, imaginación y humor como receta precisa. Solución para la censura y para los yunques mentales que solo entienden de lo legal como único espacio de combate.

Se trata de vencer con arte. Porque se puede.

Y mientras respondía, Ares se quedó en silencio unos minutos y luego sentenció: “Términos como ‘Libertad de expresión’, ‘Terrorismo’, ‘Independencia’ se han vuelto inapelables”. Y tiene toda la razón. Así, el único panorama posible es consumirnos, sin siquiera entender por qué o sin preguntarnos la razón detrás de todo ese valor que le damos a ciertas ideas. Conversar con gente que la tiene clara genera la onda expansiva suficiente para que la realidad se vuelva menos obvia. Siempre.

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