No se gana, pero se goza

Por Bernardo Tobar Carrión
Quito, Ecuador

La buena noticia daba cuenta del puesto 17 del Ecuador en una encuesta de Gallup sobre la felicidad, muy cerca de Perú, Argentina, Brasil -Colombia tiene un envidiable sexto lugar-, ubicando a estas naciones latinoamericanas en el tercio más feliz de los 58 países objeto de la muestra. Por contraste, países del Primer Mundo con varias veces más ingreso per cápita están mucho menos contentos con su suerte. Habría que ver las preguntas, especialmente en un tema tan subjetivo como la felicidad; un interrogatorio concebido con cuidado y objetivo terapéutico, puede hacer concluir al depresivo que es la persona más entusiasta del planeta, y viceversa. A fin de cuentas la felicidad, como cualquier otro sentimiento, no depende de las realidades o factores externos, sino del modo en que cada persona los percibe e interioriza.

La estadística revela tendencias, cierta idiosincrasia. Ernesto Sábato, cuyas reflexiones en torno al sufrido modo de ser argentino no nos permiten imaginar a La Casa Rosada en el País de las Maravillas, probablemente disputaría la metodología de Gallup, y probaría, por arte, por física y por filosofía, que el argentino no es el ser más feliz del planeta, como parecería confirmar el lamento hecho tango: Nostalgias, Uno, Esta noche me emborracho, Desencuentro, que culmina, ¡colmo de la desgracia!, «… por eso en tu final fracaso de vivir/ni el tiro del final te va a salir.» Pero esta tarea se la dejamos a los argentinos.

En lo que concierne al Ecuador, metodologías de investigación aparte, los resultados coinciden con mis personales sospechas. Aquí la gente se ríe con facilidad, generalmente de la desgracia ajena -que en ningún país falta-, y ocasionalmente hasta de la propia, que es donde radica el verdadero humor, y vive inventándose cosas que faciliten el infortunio, que lo hagan más propicio y frecuente: papeleos innecesarios, larguísimas esperas para trámites diminutos, más impuestos, chapas acostados, algunos de los cuales se presentan más intempestivamente que antes, dada la velocidad que permite el buen estado de ciertas vías. El subdesarrollo es en Latinoamérica -excepción hecha de Chile, que ya probó una realidad distinta-, una condición asumida, como se puede constatar en alegres partidos de voleibol a mediodía en el parque El Ejido, un lujo de desocupados impensable en los Campos Elíseos. En el país de Mickey Mouse, puesto 38 en la lista de Gallup, tener un empleo asegurado al término de la carrera universitaria es cosa normal, y por lo tanto motivo de gran frustración cuando no se cumple la regla, mientras que en Ecuador lo normal es no tener nada asegurado, ni la seguridad personal, ni la ley, nada, excepto el circo de la política.

Pero a la par de la tragicomedia, el provincianismo ofrece maravillas genuinas, especialmente el sentido de familia -todavía numerosa y unida en relación con Europa y otras «potencias», donde las mascotas van desplazando a los niños-, siempre dispuesta a añadir más agua a la sopa, y tiempo libre. Andar a medio gas tiene sus compensaciones.

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3 Comments

  1. Llevo lejos de Ecuador por 6 anios  y lo que menciona de Felicidad en este articulo es estupendo alivio- que es algo que solo nosotros lo percibimos cuando aun los factores externos no sean los mejores. Los de los jugadores de bolley en Quito y en otras regiones, los dias en una hamaca recostado… en fin como me hace «Feliz» este articulo con solo mencionar algunas actividades que no hay que ser adinerado para sentirse afortunado.

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