De espionajes y de espías

Alberto Molina

Alberto Molina
Quito, Ecuador

El novelista inglés David Moore Cornwell (1931), más conocido por su pseudónimo “Jhon Le Carré”, especializado en novelas de suspenso y espionaje, publicó en 1963 la novela “El espía que surgió del frío” que, ambientada en la década de los 60, se desarrolla en Inglaterra y Alemania, en plena época de la Guerra Fría. La crítica especializada la eligió como la mejor novela de espionaje de todos los tiempos; además, fue llevada al cine con gran éxito.

Le Carré, con la experiencia de haber servido por años al servicio de inteligencia británico, en su novela saca a la luz las turbias interioridades del espionaje internacional.

Traigo a colación esta novela porque ahora está en el “ojo de la tormenta” internacional un episodio de espionaje al mejor estilo de la Guerra Fría, en el que aparecen como protagonistas: el ex-agente de la CIA Edward Snowden y Julian Assange, asilado de privilegio en nuestra embajada en Londres; además, EE.UU., Rusia, China (que se desmontó oportunamente de este affaire) y, como no podía ser de otra manera, nuestro país.

Edward Joseph Snowden, analista de inteligencia, que trabajaba en la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), decidió denunciar las actividades de espionaje que realizan los servicios secretos de su país. Snowden ha desatado una verdadera tormenta mundial al entregar a los diarios, The Washington Post y a The Guardian, información sobre un supuesto espionaje a millones de personas de todo el mundo, además de espiar a amigos y enemigos, detallando la variedad de técnicas empleadas para el espionaje.

El inefable asilado Julian Assange, desde nuestra embajada en Londres, ha llevado una vida pública muy agitada dando declaraciones, conferencias, entrevistas; ha recibido visitas de todo tipo, incluida la de nuestro canciller, Ricardo Patiño. En el caso Snowden, Assange ha tenido un papel protagónico, incluso ha oficiado de portavoz de la embajada; declaró que Snowden había abandonado Hong Kong con un “documento de refugiado” emitido por el Ecuador. Se conoce que nuestra embajadora en Washington envió un mensaje en el que dijo: “Sugiero que deberíamos hablar con Assange para un mejor control de las comunicaciones. Desde fuera parece que está dirigiendo el espectáculo”. ¡Qué maravilla!

Lo insólito es que el cónsul de nuestra embajada en Londres, de apellido Narváez, ha elaborado dicho salvoconducto “sin el conocimiento” del gobierno ecuatoriano. ¡Increíble!

Esto no es nuevo en nuestra cancillería, recordemos que el uruguayo Kintto Lucas, ex-vicecanciller de nuestro país, le invitó a Assange, “a título personal”, a ponerse a buen recaudo en nuestro país.

En conclusión, sobre las interceptaciones y el control de internet hay opiniones divididas, por un lado, se dice que nada justifica la violación de la privacidad de las personas; por otro, una encuesta revela que un 55% de estadounidenses, respalda el poder de vigilancia del Estado “si eso contribuye a la seguridad”. Lo importante es que estas filtraciones pueden ser publicadas en los medios como The Washington Post y The Guardian (prensa mercantilista), pero en nuestro país, de acuerdo a la Ley de Comunicación, eso no es posible; a las claras, eso atenta a la libertad de prensa.

Por último, parodiando a la sentencia bíblica podemos decir: el país que esté libre de no haber hecho espionaje, que tire la primera piedra.

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