Guía para montar una banda de rock

¿Quieres montar un grupo de rock? ¿Estás dispuesto a matar por una buena melodía? ¿La música es tu vida? El artista estadounidense Ian Svenonius te da un solo consejo para alcanzar tu meta: «Déjate guiar por la magia».

Para llegar a esta conclusión, el extravagante cantante de Chain and The Gang, que inicia gira esta semana en España, ha escrito el libro «Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock«(Blackie Books), un manual «práctico» de cómo alcanzar el Olimpo sonoro siguiendo una serie de estrambóticas recetas.

El exlíder de Make-Up, después de 25 años de intensa carrera, ha querido transmitir su sabiduría a los no creyentes.

No esperen consejos sobre la industria musical como los que expone el simpático genio de Talking Heads David Byrne en su reciente e imprescindible libro «Cómo funciona la música» (Reservoir Books); no, rotundamente, no: Svenonius ya, al principio de la guía, nos propone una clase práctica de espiritismo para conectar, vía güija, con los grandes mitos «muertos» del rock. ¿Estamos locos? Sí y es para tener miedo.

El método puede parecer un poco cafre y, quizá, no sea muy científico pero las afirmaciones del espectro de Jimi Hendrix -«el rock puede considerarse una actividad despreciable»-, la sombra de Buddy Holly o el buen rollo del fantasma de Brian Jones, dan ciertas claves -de ultratumba- del origen (la CIA contra la URSS), desarrollo y explosión del fenómeno rock en todo el mundo.

A primera vista, todo esto parece demencial pero no se preocupen hay más curvas; peor es su propuesta sobre el uso del código Vietcong para mantener la disciplina interna en una banda o la tesis zodiacal para comprender el éxito de los Beatles.

Sí, parece el sueño de un tipo con un apellido muy raro pero no se confíen, la fina ironía de Ian y sus métodos radicales son marca de la casa y tienen su lógica.

Desde Washington, donde forjó su leyenda, ha defendido desde los noventa un alucinante discurso combativo donde convive el análisis marxista de la realidad, la lucha contra el capitalismo americano y las soflamas revolucionarias contra la autoridad.

¿Desconcertados? Como decía Marx, pero el otro, Groucho, «estos son mis principios, si no le gustan tengo otros». Ian Svenonius es un personaje a la contra con un experimentado olfato para destapar las contradicciones del imperio de la música popular.

En este, su último libro, desmitifica los motivos para crear una banda de rock y analiza con ironía y mala baba el papel del productor -«figura vital para sofocar los rencores dentro del grupo»-; la relevancia de las discográficas -«una pegatina en el parachoques del coche»- o el clasismo de los críticos que buscan «música que encaje en los estándares del buen comportamiento… eso que se suele llamar indie rock».

El equipo de estudio denominado «Departamento de trabajadores posfísicos del rock» no deja títere con cabeza. Después de calificar de «soporíferos» a Sigur Rós o Radiohead, entre otros, arremete contra la nostalgia prefabricada, hace una loa a la furgoneta de las giras -«los músicos son camioneros»- o nos descubre que los teléfonos inteligentes han sustituido a los cigarrillos.

Mención aparte merece la crítica a una sociedad donde el placer musical se ha convertido en mandamiento obligatorio. «La música no es para todo el mundo. De hecho, hay mucha gente que no debería escuchar música. Y que conste que no se trata de un insulto, ni de una forma de poner en duda su educación o sus capacidades intelectuales».

Y por si fuera poco prosigue: «Escuchar música no hará que estés más en el ajo, ni que seas más interesante, más guay o mejor que los demás. Todas estas ideas elitistas son habituales entre los aficionados y sin lugar a dudas son uno de los factores que llevan a muchos a escuchar música, pero la música debe ser justamente lo que te libere de este tipo de preocupaciones».

Con afirmaciones de este tipo, nuestro reverendo favorito presenta un discurso iconoclasta donde defiende el valor primigenio del rock. Es decir: «una banda no debe ser algo respetable, ni burgués, ni prestigioso. Si pretende conservar un mínimo de poder, su estatus debe oscilar entre los del vagabundo, el profeta maldito, el golfo de la calle y la prostituta».

Son detalles de lucidez que explican lo inexplicable, la magia de un grupo de personas que se juntan en un garaje para tocar rock y quieren cambiar el mundo. EFE

*Foto: www.fantasticplasticmag.com

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