Explicación inalcanzable

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

En el arco de pocos meses se ha sucedido una serie de hechos de aterradora violencia. Un avión comercial que volaba de Ámsterdam a Malasia con más de 300 pasajeros a bordo fue derribado por un misil al pasar por la zona de conflicto de Ucrania. Todos los pasajeros y tripulantes fallecieron. Sus familiares debieron esperar semanas antes de recibir sus cuerpos. Acusaciones fueron y vinieron. Nadie habla prácticamente ya del asunto. Un nuevo capítulo de la infinita disputa entre palestinos e israelíes se desató hace pocas semanas. El grupo Hamás, empeñado en borrar del mapa a Israel, no ha cesado en su práctica de utilizar a escuelas y hospitales, para encubrir sus baterías de guerra. Civiles son utilizados como escudos. Por su parte, el ejército israelí en un exagerado e innecesario uso de su fuerza terminó aniquilando a más de 400 niños. Como si lo anterior no fuese suficiente, un grupo de extremistas hizo circular un video en el cual se ve a uno de sus miembros decapitar al periodista estadounidense James Foley mientras él aparece arrodillado y su ejecutor a sus espaldas. Foley había sido hecho prisionero mientras trabajaba en la frontera entre Siria e Iraq.

Luego de ser desnudado, rapado, tatuado y revestido, y luego de pasar cuatro días sin beber, Primo Leví y otros italianos fueron trasladados de una barraca de Auschwitz a un galpón donde se les dijo que debían esperar. Luego viene la conocida descripción de Leví. Miré un carámbano de hielo que colgaba fuera de la ventana del galpón, y que estaba al alcance de mi mano. Abrí la ventana y lo rompí, pero inmediatamente un enorme y fornido guardia me lo arrebató brutalmente. En mi pobre alemán le pregunté “Warum?”(“¿Por qué”?). “Hier ist kein warum” (“Aquí no hay ‘por qué’”).

No había un porqué en Auschwitz ciertamente. Y probablemente jamás existió un porqué en la mente de aquellos responsables de idear semejante lugar como en la de otros parecidos. Por mucho que se ha escrito, a lo sumo lo que se ha llegado es a describir los horrores que ocurrieron pero muy poco se ha logrado conocer de las razones que lo explican. En algún momento Allan Bullcok, uno de sus mejores biógrafos, señaló: “Entre más lo conozco a Hitler, más difícil me resulta explicarlo…”. Seguimos conociendo de lo que sucedió en ese tiempo. El último libro de Ian Kershaw, “El final”, siendo como es una importante contribución a entender los últimos meses del Reich, no deja de ser sino el más reciente esfuerzo por documentar hechos. Pero no hay una explicación del porqué, sino del cómo.

Una de las cosas que más asombró a Hanna Arendt cuando asistía al juicio a Eichmann fue la banalidad con la que él contaba sus acciones. Una banalidad no muy diferente a la que hemos terminado por someternos frente al mal y quienes lo hacen. Parecería que la respuesta que recibió Primo Leví en 1944 sigue hoy tan viva como entonces.

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* El texto de Hernán Pérez Loose ha sido publicado originalmente en El Universo.

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