Las Escuelas de Defensa y la cinta de Moebius

Andrés López Rivera
Quito, Ecuador

¿Otra inflexión histórica? Se dice que la novísima creación de la Unasur, la Escuela de Defensa Suramericana (Esude), signa la ruptura definitiva con la Escuela de las Américas. Pero no. No hay tal. La ruptura es continuidad − a imagen y semejanza de la cinta de Moebius.

Una cinta de Moebius es circular y no-orientable. Si uno sigue con el dedo el borde o la cara de la cinta, uno cae en cuenta de que no hay más que un solo borde y una sola cara. Un lado es a la vez − o a la larga − el otro lado. Así, la topología moebiusiana muestra que no hay ruptura sino continuidad (enrevesada) entre los contrarios/los mismos. Sucede lo mismo con las doctrinas simuladamente contrapuestas de las escuelas de defensa usamericana (Ecuela de las Américas) y suramericana (Esude).

La Esude pretende enterrar la doctrina de contrainsurgencia ideada por Washington e implantada por la Escuela de las Américas en su “patio trasero”. Una doctrina que consistía en aniquilar a la guerrilla y otros “subversivos”; lo que resultó en el aniquilamiento sin distinción del que se levantaba en armas, del que le aplaudía y del que se sospechaba que le había aplaudido. El guerrillero encarnaba al enemigo interno en cuanto emisario del bloque soviético por lo que todos los medios eran justificados para su aniquilación. Y el resto es historia. La Escuela de las Américas dejó un legado macabro (el Plan Cóndor, los escuadrones de la muerte, los manuales de tortura, etc.) y un “prestigioso” alumni (Galtieri, Noriega, Ríos Montt, el “Bombita” Rodríguez Lara, etc.). ¡Nunca más!

Los guerrilleros de la Guerra Fría son el equivalente, en nuestros tiempos, de los terroristas de la Guerra contra el Terrorismo. Una figura histórica se sustituyó por otra. El terrorista explota la porosidad de las fronteras y diluye la distinción adentro/afuera, reinventando así la amenaza del enemigo interno que el guerrillero encarnaba otrora. Eso justifica el implacable proceso de militarización de la seguridad interna e instauración de un estado de vigilancia que se viene imponiendo en los países que achacan la amenaza terrorista, en especial EEUU y Europa, pero también en otras latitudes: la lógica de la guerra contra el terrorismo se extiende asimismo en Suramérica.

La transformación del guerrillero en terrorista aparece de manera cabal en el conflicto colombiano. Y no podía ser de otra forma: la guerra colombiana contra el narco-terrorismo (antes narco-guerrilla) es teledirigida desde Washington. Por eso el bombardeo de Angostura aparece como un calco de la doctrina Bush: el asesinato de Raúl Reyes emula al de Osama bin Laden con su violación de soberanía ecuatoriana/pakistaní y sus bombarderos que entran pateando al perro y sin pedir permiso.

Ahora bien, la versión suramericana − no-colombiana  y ante todo bolivariana − de la guerra contra el terrorismo se muestra de manera enrevesada. En nuestras tierras un terrorista no es un Osama bin Laden o un Abubakar Shekau sino los 10 de Luluncoto, Pepe Acacho y Mery Zamora. Esto ha sido posible porque se han desempolvado leyes de contraguerrilla que se idearon en el seno de la Escuela de las Américas y se adoptaron bajo la dictadura. Y la cosa no termina ahí.

Se dice que los guerrilleros y los terroristas constituyen una amenaza excepcional por lo que se requieren medios excepcionales para combatirlos. Bajo esta premisa se ha iniciado un proceso de re-militarización de la seguridad interna que revierte la de-militarización que se impuso en la región con el regreso a la democracia. Dos ejemplos: en Venezuela, la Ley Bala da vía libre a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para “el uso de la fuerza potencialmente mortal, bien con arma de fuego o con otra arma potencialmente mortal”; y en Ecuador, una de las enmiendas constitucionales da a las Fuerzas Armadas un rol en el mantenimiento del orden, formulando así una alianza policiaco-militar (añádase “potencialmente mortal”).

La Escuela Suramericana de Defensa proporcionará un marco para compartir estas y otras experiencias y a la larga construir una doctrina suramericana − o doctrina usamericana enrevesada − en materia de seguridad y defensa (léase contrainsurgencia).

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