Las cartas desesperadas de Franz Kafka a su amada Milena Jesenská

Rostros de Kafka y Milena. Foto de Diario El Mundo.

Si algo caracteriza a quien es considerado por muchos el más grande escritor del siglo XX, es su devoción por escribir cartas. Franz Kafka redactó entre abril de 1920 y el día de Navidad de 1923 un puñado de cartas, esencialmente de amor, a Milena Jesenská. Cuatro meses después murió.

Si bien esas cartas fueron publicadas ya en los años cincuenta, Alianza Editorial saca una nueva edición en castellano que incluye cartas inéditas. Cartas esenciales para discernir los últimos años y las últimas palabras del talentoso creador de ‘La metamorfosis’ y ‘El proceso’.

«Las personas no me han engañado prácticamente nunca, pero las cartas siempre», escribió el checo a Milena. Las frases de éstas cartas están matizadas por instantes de lucidez y también de esa soledad indispensable para la creación: «El miedo es verdaderamente extraño, sus leyes internas no las conozco, solo conozco su mano en mi garganta, y eso es realmente lo más horrible que me ha ocurrido o que podría ocurrirme jamás».

Las respuestas de Milena se perdieron para siempre, sin embargo, las cartas que Kafka le envió son el testimonio de algunos de los pensamientos más felices de ese escritor que en su obra maestra, ‘El Proceso’, anticipó el horror del Holocausto judío y la utilización de las leyes para proscribir y condenar a millones de cuerpos inocentes.

En esta nueva edición de Alianza Editorial aparecen diez nuevas cartas y varios párrafos que se habían perdido de la escritura epistolar de Franz Kafka, quizá el más alto narrador de la lengua alemana.

Kafka Milena

En las misivas es posible encontrar destellos de ese humor judío que desde sus raíces caracterizó la voz y el estilo kafkiano: «Los dos conocemos cantidad de ejemplares característicos de judíos occidentales; yo, por lo que sé, soy el más occidental de todos; eso significa, expresado con exageración, que no se me ha dado un sólo segundo de paz, no he recibido nada, todo tengo que adquirirlo, no sólo el presente y el futuro, sino también el pasado».

Pero también, son esencialmente cartas al filo de la desesperación: «Si comparo ese resultado con el modo en que tu estás arruinando tu salud […], a veces me parece que, en lugar de vivir juntos, sólo nos acostaremos, contentos y satisfechos, el uno junto al otro para morir. Pero lo que quiera que suceda sucederá cerca de ti».

Si bien también el escritor envió una enorme cantidad de cartas a Felice y unas cuantas a Julie, estas cartas a Milena consagran el más alto sentido ya no de la ilusión sino de la desesperación ante una vida que se apaga y una escritura que no ha dejado de doler.

Milena era una mujer atractiva, 13 años menor que Kafka, que sufrió la pérdida temprana de su madre, experiencias con la cocaína, abortos y psiquiátricos. También un espejo en el cual Kafka se proyectaba por medio de su escritura. Más allá de unos pocos encuentros, Milena se mantuvo con su marido y la relación con el creador de Gregor Samsa no se cristalizó.

Era la época en que Kafka se trataba de tuberculosis sin demasiadas esperanzas. Ya sólo escribía cartas desesperadas. Todavía era buen amante.  Caminaba, cansado, hacia las sombras de la desgarradura amorosa y de la muerte. Sin embargo, en esas cartas a Milena era feliz. Quizá esas cartas son el último destello de su felicidad. (I)

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