La chatarra del mundo

Un buen dúo no sólo por su genialidad sino porque también sufrieron en carne viva la historia de su país, la República Checa.

Además, a Menzel le tocó el peculiar honor de haber sido el que abrió y cerró el ciclo de películas geniales que se realizaron durante la llamada “Primavera de Praga”. Esta que comento fue justamente la última antes que los tanques soviéticos impusieran allí su legalidad y su estética.

La película transcurre en una chatarrería en las afueras de Praga en la que trabajan nada más que intelectuales y burgueses mientras los antiguos obreros hacen de celadores, asesores y burócratas que, como es fácil suponer, no hacen nada. De acuerdo a la propaganda oficial son “voluntarios” que han acudido a hacer que el sistema sea cada vez más fuerte para vencer las pretensiones del capitalismo burgués. Se completa el plantel de trabajadores con un grupo de mujeres condenadas a trabajos forzados por traidoras al régimen, ya que intentaron escapar del país para ir a engrosar las filas del enemigo irreconciliable: el mundo capitalista y reaccionario.

El lugar está lleno de carteles propagandísticos en favor del trabajo: “El trabajo honra al ciudadano“, “El trabajo te hace libre” cuando en realidad todos son esclavos de un sistema represor despiadado en el que el ser humano es reducido a una pieza mecánica más de esas montañas de basura metálica, montañas de hierros viejos y restos de una sociedad burocratizada, como las toneladas de máquinas de escribir que son llevadas y tiradas por las gigantescas grúas magnéticas.

Hay dos elementos extraliterarios, o extrafílmicos que me llaman la atención. El primero es el tema de la basura. Esas toneladas de hierro que “van a convertirse en vías férreas que llevarán el progreso socialista a todo el país” son, independientemente de su ideología, la basura producida por nuestra civilización de la que hay que deshacerse (de la basura, no de la civilización) de alguna manera para evitar que se siga amontonando. Mencioné las máquinas de escribir quizá por ser más próximas a mi profesión. Pero de todos modos es hierro inocuo que puede convertirse en vías férreas, lleven o no adelante la “civilización socialista”. Hoy el tema se ha vuelto más grave ya que las montañas de chatarra están constituidas por los desperdicios electrónicos. ¿En qué podremos convertirlos sin provocar un daño irreparable a nuestro medio ambiente?

El segundo elemento extraliterario y extrafílmico tiene que ver con la libertad. ¿Es pura coincidencia que en aquel pequeño país encerrado entre enormes naciones que constituían la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) una vez que sus ciudadanos decidieron transformar los rigores dictados por Moscú en un sistema abierto, libre, en el que se pudiera pensar, hablar, escribir, cantar sin tener que rendirle cuenta a nadie ni pedirle permiso a los censores de turno, experimentaron una verdadera explosión de creatividad? Y hablo de cine porque es lo que más he conocido y lo que más se ha extendido a nuestras latitudes. Decía que este director Menzel fue el que abrió el ciclo de cine checo de la Primavera y lo cerró justamente con esta de “Alondras en el alambre”. No, no lo cerró, se lo cerraron, que es muy diferente. Y siguieron los largos años de la opresión soviética, las dificultades para crear nada, hasta el exilio y la cárcel.

Este es uno de los paisajes que nos ofrece el mundo actual: la basura física y la basura ideológica; la que creamos víctimas de un consumismo enfermizo, incontenible, insaciable, imposible de satisfacer. Y la que crean algunos mesías que prometen una situación edénica y quienes los siguen con el convencimiento que todavía es posible lograrlo a pesar de todos los trágicos y sangrientos fracasos que han jalonado la historia del siglo XX y siguen proyectándose sobre el presente. Comencemos a pensar, entonces, cómo deshacernos, con inteligencia y sin dolor, de tanta basura.

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