Los «Miami boys»

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Los recientes casos de corrupción en el sector de la salud nos revelan la existencia, en Ecuador, de una nueva casta criminal: los “Miami Boys”.
Son jóvenes que han llegado a ser millonarios antes de los treinta años, y que tienen como ideal de vida el “Miami way of life”, popularizado por algunas teleseries fabricadas en los Estados Unidos para el público hispano.

Son jóvenes y le rinden culto al cuerpo. Su estilo de vida combina la farra con el gimnasio; los viajes al extranjero con la alimentación sana. Se divierten, pero son cuidadosos con el conteo diario de calorías. Orgullosos de sus músculos, no pierden la oportunidad de exhibirlos en las redes sociales, a las que son adictos.

No quieren pasar inadvertidos. Y como les gustan los reality shows y admiran a las Kardashian, se han vinculado con la farándula criolla. Presentadores de “Combate”, reinas de belleza, personas vinculadas a la televisión forman parte de su círculo de amigos. Ellos les brindan prestigio social. Al menos, ese prestigio que se obtiene al aparecer en noticias sobre bodas con trescientos invitados, viajes en yate o rupturas amorosas de famosos.

Otro círculo con el que se relacionan es el de los políticos. En realidad, la política no les interesa, pues se consideran empresarios; pero no les disgusta tomarse unas fotografías con aquellos que tienen el poder de abrirles las puertas de la contratación pública, a cambio, eso sí, de financiamiento para sus campañas electorales o de un porcentaje de las ganancias de los contratos obtenidos gracias a su intervención.Sus áreas de acción principal son el comercio y el entretenimiento. Áreas en las que necesitan una infraestructura mínima y en las que el riesgo está controlado, pues sus contactos en las instituciones públicas les aseguran la asignación de los contratos que les interesan, incluso -como se ha visto ahora- con sobreprecios.

En los tiempos de los “Gran Cacao”, la meta era París, prestigiosa por su intensa vida cultural. La meta de los nuevos ricos es Miami, famosa por su intensa vida comercial, y cuyo símbolo, creo que alguien ya lo dijo, no es la Estatua de la Libertad, sino el mall.

Allá, en Miami, tienen su segunda o tercera casa, ubicada en urbanizaciones cerradas de zonas exclusivas. Nada que ver con los empobrecidos y violentos barrios a los que, en Nueva York, por ejemplo, suelen llegar los migrantes ecuatorianos. Esos que persiguen la versión más antigua del “sueño americano”. Los “Miami Boys”, a diferencia de los migrantes comunes y corrientes, llegan a los Estados Unidos ya realizados. Van al norte a vacacionar, no a trabajar. Aunque, ahí también, manejen unos cuantos negocios.

La llegada de los “Miami Boys” fue precedida por la realización, en paquetes promocionales, de las aspiraciones de consumo prestigioso de una parte de la clase media ecuatoriana. Ellos han llevado a su punto más alto los sueños de centro comercial y Disneylandia de esta clase.

Miami, sin embargo, no es solo una ciudad para compradores, negociantes prósperos y vacacionistas, es, también, un refugio. Ahí, al amparo de las autoridades norteamericanas, Carlos Pólit disfruta de su fortuna mal habida. Ahí, Dalo Bucaram y Pedro Delgado se burlan de la justicia ecuatoriana.

Mucho hablan las autoridades y políticos norteamericanos de ayudar a combatir la corrupción en América Latina. Hablan y, al mismo tiempo, protegen en su territorio a los corruptos que la han saqueado.
“A Miami voy, de Miami vengo”. Dos polos tiene la tierra, /universal movimiento;/la mejor vida el favor, /la mejor sangre el dinero (Lope de Vega).

Más relacionadas