Definiciones

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

He mantenido silencio unos días hasta que el malhadado CNE emita su dictamen sobre las cuestionadas candidaturas del delfín correista y del híbrido Yaku.

Tal parece que el ovillo se desenreda, y la mayoría del organismo ha decidido lavarse las manos ante las groseras “omisiones” de ambas candidaturas. Más allá de las consideraciones de orden político, lo realmente penoso es constatar una vez más que la ley existe pero no se cumple, aforismo patentado con Correone y apostillado por sus seguidores.

La interminable verborrea del siglo XXI siempre encontrará resquicios para victimizarse, acusar y engañar al público, como lo hizo durante largos años, para mantener en alto la imagen del delincuente prófugo e impune, más preocupado de dar conferencias remuneradas en países que no lo conocen que de limpiar su nombre y el de la función que usurpó con triquiñuelas en su país.

Pero el hecho cierto es que la votación debe ser limpia, los candidatos idóneos y los resultados incuestionables. Lejos estamos de esas premisas. El panorama es muy similar al de hace cuatro años ,con la única diferencia del encono personal entre el actual presidente y quien lo ungió contra viento y marea.

Si bien esa es la superficie, turbias son las corrientes subterráneas que agitan el panorama. No podemos estar tranquilos mientras decurren los plazos sin que los organismos encargados de hacer cumplir la ley la apliquen y más bien miren para otro lado por conveniencias del momento. Es ese irrespeto a la letra de la ley por parte de quienes están llamados a defenderla el gran causante de la inseguridad jurídica en que vivimos. Es la actitud ladina y venal de los jueces la que nos llena de dudas y fomenta las especulaciones.

Porque la combinación nefasta del acomodo y del compadrazgo hace estragos en todos los estamentos del poder y aumenta la desconfianza. Dura tarea le espera al próximo presidente. Es su obligación revestirse de la dignidad perdida por sus antecesores, es su responsabilidad devolver la confianza a un pueblo desencantado y escéptico ante la falta de escrúpulos de sus dirigentes. Pero no es menos cierto que es el pueblo el primer responsable para lograr que esto cambie.

En su acierto con el voto está el poder de romper el ciclo vicioso en que nos ha sumido la demagogia y la novelería de los últimos años. La decisión, con cabeza fría y patriotismo, no es muy complicada. Las principales opciones las encarnan un desconocido cuyas teorías delirantes amenazan con destruir todo el esfuerzo que la economía ha hecho para rebalsar un buque a la deriva, un oportunista que abandonó su función provincial para buscar un mejor puesto y cuyas contradicciones son tan evidentes que no logran convencer ni a tirios ni a troyanos.

Ambos sin experiencia en puestos de responsabilidad, ambos sin hoja de vida relevante, ambos sin experiencia en un mundo esencialmente práctico y alejado de la teoría, sin relaciones internacionales conocidas ,y sospechosas afinidades con foros comunistoides.

El tercer candidato es en cambio alguien preparado en temas públicos y privados, que ha ejercido funciones sin mancha ni abuso, conocedor de la economía y del devenir comercial del País, conocido en el exterior por organismos multilaterales de crédito y con un perfil de credibilidad y solvencia comprobados. No debería ser difícil determinar quién está mejor preparado para la función ejecutiva.

El resto es el voto de la sinrazón, del ego, de la ceguera que nos ha dividido y nos divide por siglos, y que ninguna opción real de victoria tiene. Es hora de darle una oportunidad a la construcción de un mejor País, de ampliar la visión más allá de las teorías mentirosas que sólo empobrecen a los incautos, de depositar nuestro voto para respaldar lo probado, lo posible, lo palpable, en vez de seguir elaborando arquetipos fantasiosos e inútiles para no aceptar nuestras falencias.

La única manera de edificar un progreso sostenible es a través del esfuerzo, la apertura, de instituciones sólidas con gente probada al mando y no volver a la pléyade de improvisados cuyos fracasos están a la vista.

Que el Ecuador deje de ser una tabla de ensayo para teorías de fracasados y ambiciosos y se convierta en una opción tangible para aplicar soluciones probadas y de éxito para mejorar la precaria situación de una mayoría engañada por los eternos cantos de sirena. Es hora de definiciones. ¡No les tengamos miedo!

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