El mal menor

María Cristina Bayas

Quito, Ecuador

Un día mi hijo, de entonces seis años, hizo un berrinche porque en una fiesta infantil los demás niños no querían jugar lo que él propuso. Cuando fui a darle consuelo, le dije que se calmara y que había que hacer lo que dice la mayoría, a lo que me respondió: ¨No hay que hacer lo que dice la mayoría, sino lo que dice el más inteligente.¨

Coincido, en parte, con la visión de mi hijo al creer en la democracia solo porque no existe un mal menor. Pero, siendo el mejor sistema que conocemos, tiene una gigantesca falla: una mayoría puede equivocarse. Lo mismo pasa con las fake news, en donde cantidades de personas comparten información falsa solamente porque, quienes lo hacen, están convencidos de su contenido.

El problema de creer es que cuando la creencia viene de la mayoría, puede oprimir a una verdad. En el ensayo On Liberty, de John Stuart Mill (1859), el autor reconoció tipos de tiranías: Una de ellas, la más común, es la que viene de un gobierno y se impone sobre el pueblo; otra, menos evidente, es la tiranía de la mayoría. La segunda es esa en la que una mayoría oprime al resto.

Esta tiranía tiene relación directa con el comportamiento en redes sociales y las noticias falsas porque los mensajes que son compatibles con las creencias de la mayor parte de los usuarios son los que más alcance, comentarios, likes y retuits reciben. El peligro aparece cuando esas noticias son falsas o desinforman y solamente por coincidir con la opinión de la mayoría, se imponen sobre una verdad.

Separar nuestra ideología de lo que compartimos en redes es un desafío, pero es necesario frenar y verificar lo que ponemos en nuestras plataformas, por más que hacerlo resulte disonante con nuestra ideología, si lo que queremos es estar de lado de la verdad.

Democracia y fake news son parecidas porque son momentos donde nos contamos, muchas veces, mentiras que calman la necesidad de mantener nuestras creencias. No es coincidencia que en época electoral es cuando más fake news circulan; pero el criterio de la mayoría no coincide siempre con lo que es cierto y, paradójicamente, hemos estructurado sistemas que requieren del apoyo de la mayoría para tener éxito.

Tendremos éxito como sociedad una vez que intuyamos que el apoyo de la mayoría puede significar fracasos políticos y sociales como la Revolución Ciudadana. Y así como no debemos regular las redes o eliminar la libertad de expresión; mucho menos aspirar a salir de un régimen democrático, seguiremos haciendo lo que diga la mayoría y no el más inteligente porque ese es el mal menor.

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