El hombre más longevo en el pasillo de la muerte

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

“Así fue como Eduard Delacroix inició su último trayecto por el pasillo de la muerte, la cara mojada con una mezcla de sudor y lágrimas y los truenos resonando en el exterior. Bruto caminaba a la izquierda del condenado, yo a la derecha y Dean detrás de él.”

Stephen King, La milla verde

¿Cuánto dolor e injusticia puede sufrir un hombre? Esa era la pregunta que me hacía desde que comencé a leer Los crímenes de Bartow de Óscar Vela. En particular siempre he sido un amante de las películas y libros sobre reos y asesinos. Los abogados hacen un trabajo fenomenal cuando litigan así como los detectives y periodistas cuando, tras hallar una escena del crimen o un caso político de importante envergadura, tiran de un hilo y descubren una pista importante y escarban hasta dar con la verdad.

Quizá, esa fascinación propia, se da porque tengo en claro en mi mente, como lector, que cada hecho es ficticio. Allí se destaca la destreza de un novelista, pienso en Perry Mason de Erle Stanley Gardner, por ejemplo.

Ahora, cuando los personajes son reales las cosas cambian.

Gracias al tiempo que  Óscar Vela se da para escribir, no sé, realmente, si lo hace desde un lado periodístico más que desde un funcionario del derecho, o viceversa. La manera de narrar de este destacado autor quiteño, en primera persona, lo hace más personal. Recuerdo que estuve muy embelesado en los testimonios de César Gómez en Náufragos en tierra, sobre lo que implicaba la Revolución cubana, pero nunca sentí a un personaje tan cercano como Nelson Iván Serrano Sáenz, un hombre acusado injustamente en Estados Unidos, sin pruebas ni un móvil aparente y cuyo caso cobra sentido en las páginas de Vela.

Conocí del caso de Serrano cuando era muy niño y poco a poco, sino fuera por las entrevistas que daba Janet Hinostroza, hubiera creído, ingenuamente, que la situación  ya se había resuelto.

Los hechos son los siguientes: aquel fatídico 3 de diciembre de 1997, Frank Dosso, Diane Patisso, George Patisso y George Gonsalves fueron hallados muertos en una planta de manufactura en Erie en Bartow. Diane era una joven fiscal que iban a buscar a su hermano George y, según testimonio de los fiscales, ella fue asesinada para silenciarla sobre lo ocurrido y evitar que identificara al asesino…

Como diría Hércules Poirot: “Es el cerebro, las pequeñas células grises en las que uno debe confiar. Uno debe buscar la verdad dentro, no fuera.”, pero al parecer, las acusaciones contra Serrano parecen tomar un sentido más por instinto que por razón —y es el punto central de la novela de Óscar Vela—.

Nunca hubo evidencias concretas que incriminasen a Serrano pero los familiares de las víctimas, por unanimidad, sospecharon de él. Et voilà!, el ecuatoriano fue apresado. La juez Susan Roberts lo condenó a pena de muerte con inyección letal por cada uno de los delitos imputados.

Puede que así, haya expuesto el caso lo muy fríamente no obstante, en mi defensa, Su Señoría, no deseo develar detalles del libro. Pero de no ser por Janet Hinostroza y Óscar Vela, Serrano ya no estaría aquí, viviendo para contarla.

La non-fiction novel en el Ecuador llegó a la máxima cúspide con Los crímenes de Bartow, la cual es capaz de hacer sentir el dolor de un compatriota al tiempo que —al puro estilo de La milla verde de Stephen King, A sangre fría de Truman Capote, El caso del anzuelo con cebo de Erle Stanley Gardner y Tiempo de matar de John Grisham— causa un escalofrío y hace que el lector sienta no solo las lágrimas al ver a un hombre acusado injustamente sino que el escalofrío se mezcle con el suspense vibrante de una novela criminal vista desde un brillante abogado.

Los detectives de ficción quedan pequeños en comparación con la investigación y la pasión por descubrir la verdad de Óscar Vela, donde sus páginas son narradas al puro estilo de los suspensos de John Grisham. Por esta razón, en mi particularidad, me resulta difícil de clasificar este libro si bien en la no ficción, en el thriller judicial o dejarla netamente como policial dentro del noir.

Lo cierto es que, cada lector podrá descubrir un entramado impresionante de un escritor que ha trazado una forma muy diferente de ver la literatura ecuatoriana: más cruel y brutal pero más humana.  

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