Un ex ministro afgano trabaja como repartidor de comida en Alemania

Syed Ahmad Shah Sadaat

La historia de Syed Ahmad Shah Sadaat parece un cuento de hadas, pero al revés, ya que en su momento formó parte del Gobierno afgano y ahora trabaja como repartidor para un proveedor de alimentos en la ciudad alemana de Leipzig.

«Renuncié después de que el círculo estrecho alrededor del presidente (Aschraf Gahni) ejerciera presión sobre mí», dice Sadaat. Su historia ocupa actualmente a los medios de todo el mundo, aunque según los expertos no se trata de un caso aislado.

En uno de sus días libres, Sadaat se toma el tiempo para contar su historia en un café de Leipzig. Vive en la ciudad del este de Alemania desde diciembre del año pasado.

Se crio en Afganistán y a los 12 años se mudó a Pakistán. Más tarde estudió ingeniería en Oxford, hizo dos máster en telecomunicaciones y trabajó para distintas empresas. «Para unas 20 redes en 13 países», afirma Sadaat, que tiene, además de la ciudadanía afgana, la británica.

No es posible verificar los datos biográficos de Sadaat con exactitud. Sin embargo, hasta el día de hoy es posible encontrar artículos sobre él en la página web del Ministerio de Comunicación afgano. Sadaat cuenta que trabajó en él en 2016.

«Tras una charla de presentación con el presidente Ghani, me ofreció un trabajo como viceministro de Tecnología», cuenta. Meses después fue despedido el titular del Ministerio y él pasó al frente. 

Sadaat dice que, durante su gestión, quiso convertir a Afganistán en un centro digital de la región e instalar un satélite propio para la recepción de datos móviles en Afganistán. «Quería una red segura y confiable para mi país», cuenta.

Pero en 2018 tuvo que retirarse. Asegura que fue presionado a hacerlo por el círculo más estrecho del presidente. «Querían que hiciera cosas ilegales y yo no quise», explica. Si se trató de corrupción, Sadaat no quiere hacer declaraciones al respecto.

Cuenta que llegó a Leipzig en diciembre de 2020. Si bien es ciudadano británico, siempre le interesó aprender otros idiomas europeos. «Alemania es fuerte económicamente y aquí hay mucho trabajo en el sector de las telecomunicaciones», dice. Afirma que por eso viajó a Alemania tras abandonar Afganistán.

Sin embargo, en vez de para una gran empresa, Sadaat trabaja ahora como repartidor para un importante proveedor de alimentos. Cada semana, recorre cientos de kilómetros con su bicicleta por la ciudad. No parece molestarle estar trabajando hoy en día para restaurantes en vez de representar a un gobierno o a una empresa internacional.

«Tuve muchas entrevistas con empresas de mi antiguo rubro. Pero siempre me decían que, para obtener un puesto, debía hablar alemán», explica. Mientras, va aprendiendo el idioma día a día.

De experto internacional y ministro a repartidor de pizza: por increíble que suene la historia de Sadaat, el científico Herbert Brücker, del Instituto para la Investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB), no parece sorprendido por el hecho de que un político afgano esté teniendo dificultades en el mercado de trabajo.

«En nuestras investigaciones vemos que también muchos académicos tienen dificultades cuando llegan a Alemania», afirma.

Brücker indica que, a pesar de su buena formación, muchos deben empezar desde cero. Quien antes era en su país abogado o empleado administrativo no puede hacer mucho con su título en Alemania.

Explica que los médicos lo tienen más fácil porque su formación es similar en la mayoría de los países. También las personas con una preparación media, como instaladores o carpinteros, tienen más facilidades para incorporarse al mercado de trabajo. Aunque no tengan un título formal de su país, Alemania les suele reconocer la experiencia laboral.

Sadaat también espera que su experiencia laboral y su conocimiento sobre Afganistán puedan ser aprovechados en Alemania. Le gustaría trabajar para la compañía alemana de telecomunicaciones Telekom, o para el Gobierno alemán.

Afirma que podría aprovechar su experiencia en el Gobierno afgano como asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania. «Occidente no le puede dar la espalda ahora a los afganos», advierte. Cree que sus socios deben seguir apoyando al país financieramente y lograr mediante un acuerdo con los talibanes que los derechos humanos estén garantizados.

Sin embargo, su verdadero sueño es volver un día a Afganistán y reconstruir allí el sistema de telecomunicaciones de su país. Sin embargo, aún falta mucho tiempo para que la situación de seguridad permita esto. «Voy a esperar y observar», aclara. 

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