
Guayaquil, Ecuador
Se dice que la democracia es a la libertad política lo que el libre mercado a la libertad económica; sin embargo, hay que hacer una precisión en extremo importante para que la libertad inmersa en la idea de democracia, e incluso los derechos de propiedad de las personas, no sufran lo que un insecto experimenta cuando colisiona contra el parabrisas de un auto que marcha a 180 km por hora. Esta democracia debe ser una democracia liberal.
Repasemos algunos temas importantes de la democracia
La democracia debe tener límites, pues no se puede ni se debe decidir sobre cualquier cosa. Un ejemplo claro de esto es que ningún congreso o asamblea debe legislar, incluso bajo criterio de unanimidad, cuántos hijos debería tener una familia, qué religión deberíamos adoptar o qué hacer con la herencia de la abuela. Igual de absurdo es que lo que pase con tu vida y tus proyectos sea el resultado de las acaloradas discusiones de nuestros diputados. La idea de una democracia limitada, es decir, una democracia liberal, se lleva muy bien con la noción de gobierno limitado. Otro concepto liberal, si se me permite señalar.
Para evitar otro de los problemas asociados a la democracia sin límites, la que tenemos en toda América Latina, la democracia debe tener apellido: liberal. Las democracias solas no son obstáculo alguno para las fantasías estatistas o la ingenuidad de nuestros legisladores. Sin embargo, cuando los derechos de las personas se ven vulnerados por la absurda idea de que se debe legislar sobre todo y que basta legitimar lo dispuesto con la aprobación de la mayoría, el última ratio de defensa de los derechos del individuo debería ser la Constitución y las leyes.
La democracia solo transfiere pacíficamente el poder. La palabra clave aquí es solo, pues esta no asegura absolutamente nada más: ni el éxito económico, ni el logro de ulteriores objetivos, ni tan siquiera legislación adecuada. Tampoco garantiza gobernabilidad, paz o seguridad… desde luego, mucho menos luz eléctrica. Creer que con la sola democracia basta es no entender que a esta “libertad política” se le debe añadir “libertad económica” para alcanzar la tan anhelada prosperidad. Caso contrario, seguiremos hablando, como lo hemos hecho hasta hoy, de “democracias fallidas”.
Para 1989 se pensaba que la discusión había terminado. Las democracias liberales habían triunfado a nivel global, pues el descrédito del socialismo real, ante la caída del Muro de Berlín en Alemania Oriental, no admitía dudas. Nótese que el uso del término “democracia liberal” se manejaba con ligereza. Sin embargo, luego de este fracaso monumental, surgió en los años 90 el Foro de São Paulo, convocado por el dictador cubano Fidel Castro, entre otras lacras, para disimular el fracaso del socialismo de siempre. En este foro se actualizó su presentación, y desde aquel momento se le llamaría “Socialismo del siglo XXI”, mostrando que a través de la vía democrática se podía tomar el poder y destruir todo desde adentro, demostrando que una democracia sin límites nos puede llevar a cualquier lado.
Para terminar estas líneas, quiero dejar expresado que la idea de la democracia liberal tiene límites muy definidos: no te metas con los proyectos de vida del prójimo, ni con sus recursos, ni con su libertad. Si tenemos claro esto, tal vez empecemos a avanzar.
Seguimos conversando,