¿Qué está pasando en Argentina?

La semana pasada el peso argentino sufrió una caída importante, que fue seguida de un incremento notable de la tasa de interés referencial del Banco Central al 40% en un intento del gobierno por defender su moneda y evitar que esta se devaluara aún más. Las acciones del gobierno no surtieron efecto y el gobierno de Mauricio Macri anunció el martes que Argentina iba a buscar ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional.

¿Que ha llevado a Argentina a esta situación? ¿Es este el inicio de una nueva crisis? ¿Qué impacto tendrá políticamente para el actual gobierno? Todas estas son preguntas que tanto dentro como fuera de Argentina muchos se están haciendo.

La devaluación de la semana pasada tuvo su detonante en el exterior, aunque rápidamente escaló por las debilidades propias de Argentina. El buen desempeño económico de EE.UU y los incrementos en su tipo de interés previstos para este y el siguiente año están teniendo efectos en todo el mundo: los inversores deciden salir de países en vías de desarrollo e invertir en dólares pues su rentabilidad va a subir con la subida de la tasa de interés. Este impacto ha afectado a casi todos los países, aunque lo hace de manera más fuerte en naciones cuya situación macroeconómica es más débil. Y es ahí donde encontramos la respuesta a los últimos eventos.

Con cifras al 2017, Argentina tuvo una inflación del 25%, la más alta del mundo después de Venezuela; un déficit de balanza de cuenta corriente de 31 billones de dólares o un 4.8% de su PIB, el más alto de Latinoamérica después de Bolivia (5.8%) y un déficit fiscal del 6.5%, entre los más altos de Latinoamérica.

Argentina no está sola en cuanto a tener un gobierno que gasta más de lo que ingresa. El déficit fiscal es común a todos los países de la región, adicionalmente la mayoría de naciones latinoamericanas tiene déficit de cuenta corriente, o en otras palabras le venden menos al resto del mundo que lo que compran. Sin embargo, la suma de estos dos déficits en Argentina es más alto que en cualquier otro país (11.3% del PIB), con la excepción del desastre venezolano y de Bolivia (13% de déficit). A esto hay que sumarle la alta inflación, un problema que no tienen el resto de países latinoamericanos. Es esta combinación explosiva la que ha hecho que la moneda argentina pierda valor.

El problema empeora si miramos el pronóstico del FMI con respecto a los próximos cinco años. El fondo estima que el déficit fiscal se reducirá lentamente, pero permanecerá alto y el déficit de cuenta corriente empeorará, manteniendo la suma de los dos por arriba del 10% del PIB hasta el 2023. Esto es claramente insostenible, pues esos déficit se financian con deuda externa y a un ritmo de más del 10% anual Argentina alcanzaría un nivel insostenible en apenas unos años.

La inflación complica aún más cualquier esfuerzo por resolver estos problemas, pues hace que cualquier intento del gobierno por reducir subsidios y achicar el déficit se traduzca en más inflación. El gobierno de Macri ha intentado reducir el costo social y político de tomar medidas duras durante sus dos años y medio en el gobierno, sin embargo el resultado es un déficit que sigue siendo abultado, una inflación que si bien bajo del 40% en 2015 al 25% en 2017, sigue estando por arriba del objetivo del gobierno, y un déficit de cuenta corriente que empeoró cuando el gobierno decidió abrir las importaciones.

¿Está Argentina a las puertas de una crisis como la del 2000-2001? La respuesta es no, pues aunque la combinación de déficits es mayor que en aquella época, los bancos se encuentran en mejores condiciones y el tipo de cambio ahora es flexible, lo que permite devaluar gradualmente sin crear un estallido. Es ahí donde lo 30 billones de dólares que se estima puede aportar el FMI van a jugar un papel importante para respaldar al gobierno y evitar ataques especulativos al peso. En el plano político, el gobierno de Macri es más fuerte que el de De La Rua en el 2000, la oposición está dividida y el gobierno cuenta con mayor respaldo internacional.

Pero evidentemente la llegada del FMI tendrá consecuencias políticas. Los argentinos tiene malos recuerdos de intervenciones pasadas del Fondo y la devaluación del peso hará que bajar la inflación sea más difícil. Adicionalmente, la reducción del gasto público que el FMI seguramente va a exigir, sumado al incremento de la tasa de interés, hará que el crecimiento económico se reduzca drásticamente de las previsiones del gobierno.

Macri heredó un país con enormes problemas estructurales y apostó por el gradualismo como forma de resolverlos sin afectar demasiado a los ciudadanos. La crisis de los últimos días lo obliga a cambiar de estrategia y quizás inclusive a sacrificar la posibilidad de ser relecto. Sin embargo Macri todavía puede demostrar que se pueden resolver los problemas sin volver al populismo y la demagogia, si consigue hacerlo le hará un gran favor a su país.

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