#17EDOC: Cuando el relato de una vida cuenta la historia de todos

Alguien que de una u otra forma, merecería ser parte de una obra de ficción o, incluso, de no ficción. Tolstoi (al menos a él le atribuyen esta frase), pensaba que “si quieres ser universal, describe tu aldea”. Con creces El Quijote o Cien años de soledad demuestran la veracidad de esa premisa. Pero, ¿qué pasa si tu aldea es el hogar materno? ¿Muchos hijos? ¿Un mono? ¿Un castillo? ¿Las vertebras de la bisabuela?

Con acierto, la edición decimoséptima del festival Encuentros de Otro Cine (EDOC) celebró su noche inaugural con el documental “Muchos hijos, un mono y un castillo” del director español Gustavo Salmerón, ganador de la gloria de un Goya y del Gran Premio del Jurado al Mejor Documental del Festival de Karlovy Vary. Una ocasión para reírse a más no poder, gracias al humor auténtico y explosivo de Julia, la madre del director y protagonista del documental.

Pero también fue una noche para recordar por qué los humanos contamos historias. Julia piensa que la mejor forma de comenzar el documental sobre su vida es recordando a la muchachita, nacida el año anterior al del inicio de la Guerra Civil, que soñaba con tener muchos hijos, un mono y un castillo. Cumplió todos sus sueños y en la vejez espera a la muerte con el deseo de ser enterrada vestida o disfrazada de monja, villancicos sonando como marcha fúnebre y su nieta pinchándola con una aguja, para cerciorarse que ha muerto.

Pero, ¿por qué los premios? Indiscutiblemente, porque la personalidad de Julia cautiva y permite una risoterapia. Pero también porque en su vida, filmada por su hijo durante 14 años, se lee la historia de una generación, aún viva, que vivió el horror de la Guerra Civil, el fin de la República y el ascenso del franquismo, la ilusión de una transición democrática sin muertos, la decadencia de una democracia y un Estado de bienestar insuficientes, así como el advenimiento de una crisis económica que destroza los proyectos de vida de los jóvenes.

El mecanismo de defensa de una generación que ante la dolorosa historia de España, prefiere el humor resignado y la risa, en su afán de resistir al paso del tiempo sin amargarse el alma. He admirado incansablemente esa capacidad, tan española, de reírse de sí mismos. De entender que ser protagonistas de una comedia es, mil veces mejor, que ser los protagonistas de una tragedia.

Julia pierde el Castillo, su mono se vuelve violento y sus hijos, ya viejos, viven con ella. Es España. A lo largo de los 14 años, su envejecimiento acompaña el proceso de debacle de su familia, que a la vez es la debacle y decadencia de un país. Y ella lo acumula todo, desde las armaduras del castillo hasta los dientes de leche de sus 6 hijos y los vestidos de sus muñecas. Cuando le pregunten si ha considerado la noción oriental del desprendimiento y el desapego a las cosas materiales para elevar el espíritu, es tajante en que eso no le eleva nada.

¿Qué mejor forma de empezar los EDOC qué esta? Un recordatorio de que todos asumimos la vida no como queremos, sino como podemos y, en medio de esa lucha, hay los que todavía pueden reírse y ofrecerse como motivo para que nos riamos todos. Existen tantas razones para contar historias, pero siempre la más importante será indescifrable. Por eso los EDOC son tan misteriosamente iluminadores. Y es que el relato de la vida de un solo individuo, en su desgracia y en su extraña felicidad, siempre será la expresión de muchas más existencias que permanecen ocultas. Así es la historia de Julia, de su castillo, del cine, de la imagen, del amor y del dolor, de lo que dicen y callan los seres humanos.

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