
El infierno no es rojo sino verde
Madrid, España
Todo o nada.
Todo o nada.
Venezuela ha votado abrumadoramente por un drástico cambio de rumbo tras 17 años de gestión —primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro— de un modelo político y social que no solo se ha mostrado totalmente agotado sino que ha hundido al país en la pobreza material, la inseguridad jurídica, el autoritarismo político y el desprestigio internacional.
Ayer fue Venezuela, hace 15 días Argentina y hace meses Guatemala.
Sostiene Augusto Monterroso que en realidad nadie sabe cómo debe ser un cuento y que el escritor que lo sabe es, en realidad, un mal cuentista.
“Está todo preparado”, ha dicho Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral de Venezuela.
Cuenta la leyenda que un grupillo de amigos afines y afinados se dieron cita a desayunar.
Que Rafael Correa haya recibido en París la noticia de la aprobación de la reelección indefinida resulta particularmente significativo.
Al mundo se le está acabando rápidamente el tiempo para frenar un peligroso cambio climático.
Los reyes de la pantalla chica aguardan un tiempo “oportuno” para comparecer ante los medios cuando tienen algo que ocultar.
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