Opinión

Los mesías tropicales

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

Cansado e irónico, pero absolutamente lúcido de la condición humana y de sus debilidades, el Gran Inquisidor de Dostoyevsky, reclama a Jesús, apresado en las calles de la ciudad donde ejerce su imperio, su incapacidad de entender al hombre: «Tú mismo preparaste tu ruina: no culpes a nadie. Si hubieras escuchado lo que se te proponía…» ¿Qué era lo que Jesús no escuchó?: «Hay sobre la tierra tres únicas fuerzas capaces de someter para la siempre la conciencia de estos seres impotentes e indómitos, y hacerlos felices: el milagro, el misterio y la autoridad. No quisiste valerte de ninguna».

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