Por Martín Caparrós
Buenos Aires, Argentina
Recuerdo en estos días uno de trece años atrás, lleno de un sol preciso: esa mañana había aparecido en todos los medios el testimonio de Monica Lewinksy contando su fellatio presidencial y sus famosos puros. Yo vivía en Nueva York –era corresponsal de un diario– y no puedo olvidar la sensación de salir a la calle y saber –saber– que todas las personas con las que me cruzaba habían imaginado –puesto en imágenes– una chupada esa mañana. Las personas suelen pensar en cosas muy distintas: esos momentos en que todos saben que comparten por lo menos una idea son raros, levemente monstruosos. Así, esta nabidad argentina colgada de un armario, sexualizada por una muerte oscura.
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