
Cortázar y el sentido de la escritura boca arriba
Quito, Ecuador
“(…) si seguimos utilizando el lenguaje en su clave corriente,
con sus finalidades corrientes,
nos moriremos sin saber el verdadero nombre del día.”
Julio Cortázar
“(…) si seguimos utilizando el lenguaje en su clave corriente,
con sus finalidades corrientes,
nos moriremos sin saber el verdadero nombre del día.”
Julio Cortázar
En ‘Pierre Menard, autor del Quijote’ Borges calificaba de “nebulosa sofistería” la elección de Cervantes en el pleito entre las armas y las letras, prefiriendo las armas.
UNO
Jaime Roldós y Martha Bucaram suben a un avión y desaparecen en el cielo latinoamericano. Las nubes y la neblina rodean las piedras de una cordillera en la que un sueño se rompe.
Debo confesar que vi ‘Nymphomaniac’. Debo confesar además que fue la primera vez que vi una película de Lars von Trier. Fue en un cine del Barrio de las Letras de Madrid, a pocas cuadras de la Puerta del Sol. Confieso que soy absolutamente culpable por decidir con alevosía y premeditación ser espectador de una película que hace no tantas décadas habría estado vedada por la censura franquista. Una película que probablemente sea prohibida en varios sitios del mundo actual.
No hace mucho, cuando llegué a Barcelona, y comencé a recorrer las librerías, me decía que tal vez, décadas atrás, Gabriel García Márquez hacía ese mismo recorrido y que la probabilidad de encontrar un libro de ocasión que alguna vez fue revisado o simplemente tocado por él, no era tan absurda
Era la noche del sepelio de Adolfo Suarez, el primer presidente de la democracia española, cuando me reuní con Mateo y me confesó que vino a España con la intensión de quedarse. Mateo, de hecho, no es Mateo. He decidido llamarlo así para protegerlo, una precaución puesto que trabaja para un ente del Estado venezolano y todo lo que relato, probablemente, no será del agrado de sus jefes.
Miguel Molina Díaz
Barcelona, España
Reconocí su rostro a primera vista. Era Bolívar. Yo caminaba por Nueva York en los primeros días de la primavera del 2012. Respiré profundamente y me acerqué a él. Los rayos del sol iluminaban la estatua del Libertador de América. Junto al escudo de mi país estaban los de Colombia, Venezuela, Panamá y Bolivia. Dicen que estar lejos hace que la identidad latinoamericana se incruste en lo más hondo del pecho. Ese instante, frente a Bolívar, recordé dos eventos fundamentales de mi vida. El primero fue la lectura que hice de ‘El general en su laberinto’ cuando tenía 16 años. El segundo fue la promesa que hicimos en el 2011 un grupo de ecuatorianos, colombianos y venezolanos para asumir como una íntima convicción el sueño de Simón Bolívar.
Corría el año 1919. Europa había decidido curarse del horror de la Gran Guerra. Al interior del Teatro Municipal de Figueras, en el extremo norte de España, se exhibían por primera vez las obras de un adolescente de 14 años cuyo nombre era Salvador Felipe Jacinto Dalí. Días negros vendrían dos décadas después. Un incendio convirtió al teatro en escombros hacia el final de la Guerra Civil española. Esos dos acontecimientos, separados exactamente por 20 años, cobran un simbolismo paradigmático cuando ingreso al edificio. Se trata del Teatro Museo Dalí. El sitio del debut y la última morada del más grande surrealista de todos los tiempos.
Leidis y yentelmanes, bienvenidos todos y todas, por segundo año consecutivo, a la entrega del premio el ‘Correista del Año’. Se trata de la máxima y suprema mención que se hace a quién durante los 12 meses del 2013 haya sido el más leal, disciplinado, pasional y eficiente miembro o ‘miembra’ de la Revolución Ciudadana.
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