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Opinión

La cueva de Platón

Por Bernardo Tobar Carrión
Quito, Ecuador

Hombres en una oscura caverna, mirando solo una pared, pues cadenas les impiden hacerlo en otras direcciones; a sus espaldas hay objetos manipulados, que por la luz de una hoguera todavía más distante proyectan sombras sobre el objeto de su limitado ángulo visual. Habituados a este mundo cavernoso, para estos hombres la «realidad» son las sombras que bailan al vaivén caprichoso de las llamas. Si pudieran liberarse de las cadenas y volverse, apreciarían que las sombras no son más que un juego de luces; y si se aventuraran por la rampa empinada que conduce al exterior, conocerían un mundo amplio, un horizonte sin fin, el origen mismo de la luz, el Sol. Y quien logra salir intenta al cabo regresar, medio cegado por la luminosidad, para rescatar a sus compañeros; pero los más se resisten.

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