Opinión

Releyendo a los clásicos

Por Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Charles Sanders Pierce, conocido como el padre del pragmatismo moderno, relata en sus Selected Writings que dedicó dos horas diarias durante tres años a leer la Crítica de la Razón Pura de Kant. Al cabo de ese tiempo la sabía casi de memoria y había hecho un estudio crítico de cada una de sus secciones. En los gloriosos tiempos de la Facultad de Filosofía San Gregorio en Quito, durante la década de los sesenta del siglo pasado, Eduardo Rubianes s.j., ponía como tarea para el semestre entero, a los alumnos que sobrevivían a las exigencias académicas, la lectura de la misma obra de Kant en la traducción castellana disponible en ese momento en editorial Losada, la de José Rovira Armengol en dos tomos. La Crítica se dividía en grupos para su lectura y exposición. El resultado era que a todos les tocaba en la práctica leer todo. La Crítica se leía por cierto como uno de los más demoledores ataques a la metafísica que reivindicaba los fueros de lo que se llamaba la teoría del conocimiento.

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