Roque Dalton

Por Joaquín Hernández

Roque Dalton y Roberto Armijo son los poetas más significativos de El Salvador en el siglo XX. Ambos pretendieron a su manera crear un universo poético donde la tradición, -las raíces como decía en un artículo reciente Iván Carvajal a propósito de Tomás Segovia, – y la modernidad, definida por el exilio, se encuentren en la insurgencia verbal que supone el poema. Tanto Dalton como Armijo tuvieron que enfrentarse con la tradición costumbrista de la literatura salvadoreña y con el peso de la guerra civil que se desencadenó en los años de su madurez personal. Ambos fueron exiliados. Nostalgias que no terminan, rupturas que no se consuman. Dalton regresó para morir a El Salvador en los años setenta en medio del conflicto. Armijo volvió en un vaso de cenizas enviado desde Paris donde murió para ser depositado en su lugar natal. Roque Dalton fue asesinado un 10 de mayo de 1975. Claribel Alegría, escritora centroamericana decía recientemente que su cadáver fue comido por los perros y las aves de rapiña en la playa desierta donde lo abandonaron.

El hecho es que hasta ahora, no se sabe dónde está enterrado o si es verdad que fue devorado sin piedad sin tener derecho a una tumba que es lo que reclamaba Antígona desde la antigüedad.

A Roque Dalton no lo mataron los cuerpos especializados de la dictadura militar salvadoreña ni los escuadrones paramilitares de la derecha. Lo ejecutaron sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, Alejandro Rivas Mira, Joaquín Villalobos, Vladimir Umaña.

“Traidor”, “agente de la CIA”, “infiltrado de la inteligencia cubana”, “bohemio” fueron las acusaciones. El Comandante Jonás lo habría rematado de un tiro en la cabeza. “La tradicional cultura política de las decapitaciones se hereda en la izquierda”, resume tristemente Fermán Cienfuegos, futuro comandante del Ejército de la Resistencia Nacional, RN, quien en ese momento era parte de la dirigencia del ERP y se opuso al asesinato del poeta en el juicio sumario que se siguió contra Roque en ausencia del implicado.

“Roque”, termina Fermán, es fusilado sin defenderse personalmente, ni oír sentencia, ni nada. No se imagina que el fantasma de la muerte invadiría sus sueños”.

El poder no es de derecha ni de izquierda, es el poder. La izquierda o la derecha son coartadas para el poder que utiliza su retórica. Quien se oponga será sacrificado. Es la lección que se puso de manifiesto desde los días de la Revolución Francesa ( releer en estos días de jolgorio “La muerte de Dantón” de Georges Buchner) donde los termidorianos asesinaban sin piedad a sus compañeros por infieles a la revolución, al proyecto, la época de los comisarios ideológicos en las grandes purgas del estalinismo, la liquidación de los opositores en China, la locura de los Montoneros y su vocación de suicidio, los juicios a los intelectuales cubanos disidentes que no parece haber sido aprendida.

Los familiares de Roque preguntan por su cadáver. Queda el atroz consuelo que su poesía ilumina su duro país natal. Queda el dolor de su ausencia sin nombre.

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