¿Sonríe Samarás?

Por Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

Antonis Samarás es el nuevo primer ministro griego, luego de ganar las elecciones legislativas hace dos semanas. Inmediatamente después del anuncio de su triunfo, él dio una rueda de prensa en la que mostró una amplia sonrisa. No sé qué le pudo causar gracia.

El señor Samarás enfrenta unos retos inmensos y su país está en el riesgo de caer en una durísima y larga recesión. Que alguien sonría cuando le han caído encima tantas responsabilidades y de ese tamaño, refleja un infinito optimismo.

Porque Samarás tiene clara la gravedad de los problemas y la complejidad de las soluciones. Por eso, él no ofreció a los votantes soluciones mágicas sino continuidad en el programa de ajuste.

El problema de Grecia es, ante todo, un problema de productividad, es decir, Grecia produce muy poco. Más exactamente, produce muy pocas cosas que puedan competir con otras que se producen en el planeta. Dicho en complicado, con los costos de producir en Grecia y con el tipo de cambio que tiene, las cosas que produce son muy caras y, por lo tanto, vende poco.

Como vende poco, no puede costearse un alto nivel de vida, a no ser que alguien le preste plata. Cuando Grecia entró a la Zona Euro, de golpe tuvo una moneda fuerte, conectada con una economía muy estable (Alemania) en la que los intereses eran bajos. Gracias a eso, el país pudo endeudarse sin preocuparse mucho por las tasas de interés.

Pero para ser parte de la Zona Euro hay que respetar varias reglas de manejo de las finanzas del Gobierno o enfrentar fuertes multas de la Unión Europea. Para no enfrentar ese castigo, Grecia ‘maquilló’ su información fiscal, y así aparentó déficits menores a los reales.

El momento en que el ‘maquillaje’ se hizo público, los mercados financieros entraron en pánico y se dieron cuenta que le habían prestado demasiado dinero a Grecia. Por eso luego de varios meses de duras negociaciones, en febrero de este año se reestructuró la deuda pública griega (‘reestructurar’ es un eufemismo para decir que los tenedores de bonos griegos tuvieron que perder plata, cambiando sus bonos por otros, a plazos más largos y con tasas más bajas). Todo esto se hizo porque Grecia simplemente no podía pagar la deuda como estaba antes de la reestructuración.

Pero los problemas no están resueltos. En el corto plazo hay que solucionar el alto déficit fiscal porque el Gobierno gasta más de lo que recauda de impuestos (y recauda poco porque su país produce poco). Y paralelamente hay que resolver el gran problema de la productividad. Si Grecia no logra producir más y a costos que le permitan competir con el resto del mundo, sus habitantes tendrán que reducir su nivel de vida y eso, en términos económicos, significa tener una larguísima recesión. Y en términos sociales, significa una pesadilla.


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