Granjas

Por Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

Difícil no pensar en Granja de Animales, la novela-fábula de George Orwell, a propósito del fallido intento de inscripción como candidato a la Asamblea del hoy popular Don Burro. El libro es, ante todo, una fábula que parodia la historia de la revolución rusa y constituye una reflexión profunda sobre la naturaleza de la condición humana –animales mediante-, el poder y los mecanismos de control (propaganda, discurso, reescritura de la historia) para alcanzar y mantener ese poder. Pero también es una mirada profunda sobre las características de quienes participan en la construcción de proyectos de sociedad.

La novela cuenta la historia de la rebelión de los animales en contra del granjero y cómo ese proyecto, en principio, de todos, transmuta a una superestructura controlada por los animales más inteligentes de la granja: los cerdos. Entre ellos existen roces, que son resueltos cuando el grupo más organizado y perverso desplaza a sus opositores. Luego, la matriz ideológica del cerdo Napoleón logra permear el imaginario de todos los animales. Los cerdos no son nada tontos. Saben que necesitan de cada animal. Requieren de la fuerza del caballo, de los huevos de las gallinas, de lo que aportan ovejas, vacas y perros. Todos se dejan absorber por el ideal que venden los cerdos ( «todos los animales son iguales «) que, conforme el control ideológico y del poder de estos es total, trastoca a una verdad sostenida por la realidad y la nueva «necesidad » de los animales ( «todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros «).

El único escéptico ante la maravillosa ideología de los cerdos es el burro. Su indiferencia frente a los cambios llama la atención de los animales. El burro toma distancia con un nihilismo que descree del nuevo evangelio que los cerdos buscan instaurar. El burro, imagino, debía haber leído la novela El Gatopardo.

Quizás el fallido candidato es pariente del de la fábula orwelliana. Quizás existe un miedo por parte de la fauna existente en esa granja que es la Asamblea Nacional, de que un nuevo miembro haga oídos sordos a los cantos de la sirena revolucionaria o al pregón de cada una de esas islas de redención que son los partidos y grupos que tienen representación en el Parlamento. Quizás, pienso mientras veo que Don Burro va camino a convertirse en un fenómeno de popularidad del ciberespacio y de las celebraciones de fin de año, existe un cansancio que a muchos nos ha convertido en unos excépticos de la clase política y casi que no tememos que una acémila postule y gane una curul.

El problema es que nuestra granja, como la de Orwell, se convirtió en un territorio en donde prevalece una visión cada vez más totalitaria, frente a la que muchos toman distancia. Es hora de participar, de pensar bien, de votar. Cada quien, como los animales en una granja, tiene algo que aportar. Ojalá sin consignas de redención. Solo con voluntad y sentido común. Y orejas grandes para escuchar a los otros.

* El texto de Juan Jacobo Velasco ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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1 Comment

  1. Parece que el ecuatoriano es cada vez mas igual, todos han sido sometidos a una maquina de comunicacion que ya parece villancico en navidad, toditos conocen y bailan al mismo ritmo VERDE.

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