La refinería que no termina de llegar

Gonzalo Orellana
Londres, Reino Unido

Los casi 7 años de este gobierno se han caracterizado por la idea de realizar grandes proyectos. Algunos de estos proyectos están en proceso constructivo (Coca Codo Sinclair), algunos fracasaron por completo (Iniciativa Yasuní-ITT) y otros están en una especie de limbo sin que quede claro si podrán ser concluidos. Uno de estos últimos es la llamada Refinería del Pacifico, proyecto enorme que se planteó serviría para procesar 300.000 barriles de petróleo diarios y producir los combustibles que actualmente importamos, así como crear una industria petroquímica que debimos haber construido hace 40 años.

El proyecto nació de la necesidad latente desde hace décadas de evitar el absurdo negocio de exportar petróleo e importar derivados, y aunque nadie puede dudar sobre la necesidad o la pertinencia del proyecto, su financiamiento, construcción y abastecimiento están en el aire desde el inicio.

Dado el costo de semejante proyecto, alrededor de USD 12 mil millones o el equivalente al 14% del PIB del 2013, era impensable que fuera construido únicamente por el gobierno ecuatoriano. De ahí que se buscó un socio. ¿El mejor candidato? otro estado petrolero como Venezuela; lo positivo de este socio es que nos iba a permitir llenar la refinería con el mucho más abundante petróleo venezolano y no solamente con el nuestro, lo negativo es que nunca se tuvo claro de donde sacaría Venezuela el dinero para poner su parte, alrededor de USD 6 mil millones. Lo más complicado de la sociedad con Venezuela fue que Hugo Chávez en sus continuas vueltas por la «patria grande» le prometió construir refinerías a más de uno, por ejemplo a Brasil o Nicaragua. Y es que aún con lo abundante de los recursos petroleros de Venezuela, es poco probable que tenga dinero o petróleo para construir y abastecer todos estos proyectos sumados a las refinerías que ya dispone en Venezuela, EEUU, Cuba o Jamaica.

Evidentemente no soy el primero en darse cuenta de que confiar exclusivamente en Venezuela para la refinería era, por decir lo menos, ingenuo. De ahí que Ecuador haya recurrido a su mejor socio en los últimos años, China. La segunda economía del mundo no solo tiene el dinero para contribuir con su parte, sino que tiene el apetito para importar una porción significativa de los derivados que produzca la refinería, es así que según la información gubernamental la nueva repartición del proyecto queda un 51% en manos de Ecuador, un 30% en manos chinas y un 19% para Venezuela. Este nuevo reparto aunque mejor estructurado, sigue planteando retos enormes, sobre todo para Ecuador, pues sea con dinero propio o con préstamos debería desembolsar alrededor de USD 6 mil millones.

Dado lo complejo de la situación, el propio gobierno habla de que sería mejor empezar con un proyecto más «modesto», por ejemplo para 200.000 barriles diarios y de alrededor de USD 10 mil millones de inversión, y posteriormente incrementar su capacidad. Evidentemente este ajuste haría más viable el conseguir financiamiento, aunque sigue planteando serios desafíos al país y generando dudas sobre si el proyecto puede ser desarrollado. Las empresas públicas de petróleo Petroamazonas y Petroecuador no tienen la liquidez para invertir en este proyecto, más aun cuando en los próximos 2 años deberán invertir para poner a producir los campos del ITT.

El financiamiento justamente es el talón de Aquiles del proyecto. Hace algunos meses el gobierno anuncio la entrada del ICBC, uno de los bancos mas grandes del mundo, en el proyecto, como si eso por si solo resolviera todas las dudas sobre quien pagará por la refinería.

No voy ni siquiera a analizar la decisión de endeudarse en una suma enorme, la dificultad viene dada por conseguir que nos presten un importe tan elevado, y es que hay que tener claro que ningún banco, por grande que sea, prestaría varios miles de millones para un solo proyecto, el monto es tan alto que superaría cualquier política interna de concentración.

Para poder otorgar un préstamo de esas dimensiones, inevitablemente el ICBC deberá recurrir a sindicar el préstamo, esto es convencer a muchas otras entidades financieras para que participen en el crédito. Convencer a varios bancos de prestar dinero para un proyecto que no tiene asegurado el abastecimiento de petróleo, en una nación cuyo riesgo país esta por encima de los 500 puntos y cuyo mayor accionista es un gobierno que lleva una década fuera de los mercados internacionales es una tarea sino imposible, si altamente improbable.

Es difícil dudar de la importancia de la refinería del Pacifico, sin embargo a menos que se ajuste la dimensión del proyecto, se consigan socios adicionales o se decida posponer su entrada en funcionamiento, es difícil que llegue a buen puerto. Parte de la solución podría ser el permitir que la empresa privada se incorpore al proyecto, y este puede ser un gran ejemplo para demostrar la nueva actitud que el gobierno parece estar mostrando hacia la inversión del sector privado.

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