Alemania, sus cuatros títulos como un reflejo de su historia

Berlín, 15 jul (EFE).- La historia del los títulos mundiales alemanes puede ser vista como un reflejo de su historia política y social desde el del año 1954 -símbolo del resurgimiento después de la II Guerra Mundial- hasta el de ahora, que es la expresión de una nueva Alemania en varios sentidos.

Incluso, ha habido gente que ha pretendido establecer paralelismos entre seleccionadores y cancilleres alemanes.

Así Sepp Herberger, sería una especie de alter ego de Konrad Adenauer, Helmut Schön la sombra de Willy Brandt, Franz Beckenbauer el Helmut Kohl triunfante tras haber logrado la reunificación alemana y ahora, para continuar el paralelismo, Joachim Löw tendría algo de Angela Merkel.

Adenauer puso a Alemania otra vez en la comunidad internacional. Herberger la condujo al título de 1954 que muchos ven simbólicamente como el mito fundacional de la República Federal de Alemania.

Algunos de los jugadores de aquel equipo habían estado en la guerra y fueron recibidos como héroes en un país donde todavía no había despegado el milagro económico. De alguna manera, todavía era un triunfo de la vieja Alemania que trataba de reinventarse.

Brandt, que había luchado contra la Alemania nazi con el uniforme del ejército noruego, representaba una Alemania nueva y distinta, más moderna, más democrática si se quiere. Y de paso había cronistas como Helmut Böttiger que decían que los pases de Günter Netzer respiraban el espíritu de la utopía.

La mención de Netzer es significativa porque, aunque estuvo en el Mundial del 74, no fue titular, como si lo había sido dos años antes en la Eurocopa que también ganó Alemania, con un juego mejor que el del Mundial.

En cierta manera, la selección campeona del mundo en 1974 había pasado su cenit y empezaba su decadencia. Inmediatamente después de la final tres jugadores claves -Wolfgang Overath, Gerd Müller y Paul Breitner, que volvería años más tarde- renunciaron a la selección.

Antes del Mundial, Brandt también había tenido que renunciar como canciller por un escándalo de espionaje.

En 1990, Alemania estaba atravesada por el júbilo. A la caída del muro de Berlín, a la que seguiría la reunificación el 3 de octubre de ese año, siguieron las victorias en Wimbledon de Boris Becker y Steffi Graf y el título mundial en Roma.

Helmut Kohl, en el momento más alto de su prestigio, aseguró que en las regiones deprimidas del este empezarían a florecer paisajes de prosperidad. Beckenbauer dijo que la selección alemana sería invencible en los próximos diez años.

A Kohl le cobraron su profecía optimista cuando se vio que la recuperación del este era más difícil de lo esperado. La profecía de Beckenbauer, que renunció tras coronarse como campeón del mundo, se la cobraron a su sucesor Berti Vogts.

Vinieron tiempos de dificultades para Alemania y para el fútbol alemán. En 1998, cuando Helmut Kohl perdió las elecciones ante Gerhard Schröder, se hablaba de Alemania como de la economía enferma de Europa.

Vogts, tras caer por 3-0 en cuartos de final ante Croacia, dimitió y Paul Breitner pronosticó que en los próximos años el fútbol alemán tendría que conformarse con una triste medianía.

El que en 2002 Alemania llegara a la final del Mundial, por sorpresa y llevado de la mano por Michael Ballack y Oliver Kahn, fue un espejismo como se comprobó en la Eurocopa 2004 cuando Alemania fue eliminada en la primera ronda.

En ese momento, Schröder había empezado su ambicioso programa de reformas que le daría la vuelta a Alemania y Jürgen Klinsmann asumió la selección e inició una auténtica revolución en el fútbol alemán.

En ese sentido, Klinsmann fue Schröder y ninguno de los dos pudieron ver los frutos de su trabajo. Schröder perdió las elecciones en 2005 con Merkel. Klinsmann dejó el cargo después del Mundial 2006 en manos de su segundo, que era Löw.

Los herederos, Merkel y Löw, recogieron la cosecha. Merkel es la canciller de un país que salió fortalecido de la crisis, en parte porque las reformas de Schröder lo habían blindado. Löw terminó conquistando el cuarto título mundial para Alemania.

Los alemanes pueden decir, como en 1954, «ahora otra vez somos alguien». EFE

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