¿Obama metió la pata en Cuba?

Héctor Yépez Martínez
Guayaquil, Ecuador

En estos días, luego de que Pepe Mujica recibió a seis prisioneros de Guantánamo en Uruguay y poco antes de que FARC anunciaron un cese al fuego por tiempo indefinido en Colombia, América sorprendió al mundo con una noticia aún más insólita: los Estados Unidos y Cuba restablecieron relaciones diplomáticas.

Es verdad que difícilmente el Legislativo norteamericano, dominado por republicanos, derogará el embargo por completo. Pero aún así, las medidas del presidente Obama, en la práctica, ponen fin a 54 años de una pequeña guerra fría en medio continente.

Mucho se ha escrito ya sobre la noticia. Como era de esperarse, la derecha critica el anuncio como una boya económica que prolongará el oxígeno de la dictadura cubana. La izquierda, por su lado, celebra una victoria épica de su ícono regional contra el imperialismo yanqui.

En medio de ambas posturas, a mi juicio extremas, propongo unas breves reflexiones:

1. El embargo de EEUU es, hoy por hoy, un fracaso de política internacional. Obama hizo bien en recordar a Einstein: no se puede hacer lo mismo siempre y esperar resultados diferentes. Es poco defendible criticar a Obama por las inexistentes bondades de un embargo cuya ineficacia es históricamente irrefutable, al punto de haber sido condenado 23 veces en la ONU — la última ocasión, rechazado con 188 votos, 3 abstenciones y solo un par de votos en contra de EEUU e Israel.

2. En lo social, la víctima principal del embargo no es la cúpula dictatorial de los Castro, cuya retórica se ha beneficiado del bloqueo para esparcir su fuego ideológico por toda la región. El perjudicado mayor del embargo ha sido el pueblo llano de Cuba: sin desconocer la culpa primordial de la propia dictadura, no se puede negar que las sanciones económicas del Norte han provocado que los cubanos vivan peor. El fin práctico del embargo, por lo tanto, es una victoria para la sociedad cubana. Asimismo, representa el triunfo de un principio que me parece esencial no solo en las relaciones internacionales, sino en todo el quehacer público: los intereses de los políticos, por muy legítimos que sean, nunca pueden estar por encima del bienestar de sus ciudadanos.

3. Pese a lo anterior, este giro diplomático ni de lejos soluciona los problemas de fondo en Cuba. El responsable del desastre social de la isla no es el bloqueo de Estados Unidos, sino un gobierno autoritario que aplasta a su propio pueblo desde hace más de medio siglo y que, como la última dictadura sobreviviente de América Latina, constituye la mayor vergüenza internacional para la democracia en la región. La alegría final habrá que reservarla para aquel día en que, por fin, haya elecciones libres en Cuba.

4. Algunos cuestionan la decisión de Obama acusándolo de legitimar dictaduras desde EEUU, por no condicionar las relaciones diplomáticas a la existencia de una plena democracia. Este argumento es tan bonito como irreal. Lo cierto es que EEUU nunca ha exigido democracia a sus amigos. Los ejemplos son numerosos, desde la promoción de dictaduras de derecha en América Latina —Pinochet, Stroessner, Somoza y otros—, pasando por la complicidad con Sadam Hussein en Iraq y Hosni Mubarak en Egipto, hasta la actual cordialidad con el capitalismo autoritario de China. La verdad es que el embargo, en medio de la batalla geopolítica contra el bloque soviético durante la Guerra Fría, no se impuso porque Cuba fuese una dictadura, sino porque era comunista. El resto es ciencia ficción.

5. Este anuncio toca también a dos actores clave del continente. Uno es el Papa Francisco, que sumó puntos al Vaticano como venerable mediador entre las naciones antagónicas, lo cual refuerza su rol de líder mundial a favor de la paz, a la vez que inyecta una renovación de imagen —que tanto le urge— a la Iglesia Católica. El otro, al revés, es Nicolás Maduro. Mientras Cuba hace las paces con el imperio, Obama y el Capitolio se unen para aprobar sanciones contra altos funcionarios de Venezuela por violar derechos humanos, haciendo eco de pronunciamientos de la ONU y la Unión Europea. Y mientras se desploma el precio del petróleo, que fue el verdadero artífice de la alianza bolivariana, una posible apertura económica de Cuba podría reducir su dependencia fiscal frente a Venezuela, con lo cual el truque de petrodólares por ideología y profesionales quedaría en la cuerda floja. Con sanciones internacionales, una economía destrozada y camaradas cada vez menos fieles, la atribulada dirigencia de Maduro será más vulnerable que nunca.

Veremos qué pasa.

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