La pintora Gandarias cuelga a la poeta Mistral en el templo de los libros

El retrato que la pintora española Sofía Gandarias hiciera a la poetisa chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura 1945, cuelga desde hoy en ese templo de los libros que es la Biblioteca Nacional de España.

El retrato que la pintora española Sofía Gandarias hiciera a la poetisa chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura 1945, cuelga desde hoy en ese templo de los libros que es la Biblioteca Nacional de España.

Sofía Gandarias, fallecida este año en Madrid, solía decir que cada cuadro debía estar en su lugar. Por eso su marido, el político y ensayista español Enrique Barón, y el hijo de ambos, Alejandro, quisieron donar a la Biblioteca Nacional de España (BNE) el retrato de la escritora tal y como la pintora lo llevó de la paleta al lienzo.

La donación se hizo este jueves en un salón de la BNE durante un acto que quería ser sencillo pero que se convirtió en una exaltación de la cultura iberoamericana.

En efecto: como «un continuo diálogo entre literatura y pintura» definió Enrique Barón, exministro, expresidente del Parlamento Europeo, la obra que Sofía Gandarias plasmó en el libro «Presencias. Instantes», cuya portada es la reproducción del magnífico retrato de Gabriela Mistral (1889-1957) que fue donado hoy.

«Presencias. Instantes» es, en fondo y forma, un diálogo entre el óleo, la poesía y la prosa. El pincel lo pone Gandarias al retratar, entre otros, a Borges, a Cortázar, a Rubén Darío, a García Márquez, a Paz, a Neruda, a Roa Bastos, a Lorca, a Rulfo y, desde luego, a Gabriela Mistral.

La poesía o la prosa la ponen, mediante unos breves textos escogidos con mimo por la propia pintora, todos estos escribidores, como gusta decir otro Nobel, Mario Vargas Llosa, asimismo presente en la obra.

El talento de Sofía Gandarias ha sido destacado por numerosos grandes de las letras hispanas. También por la ilustre política francesa Simone Veil, sobreviviente del Holocausto, una mujer que sabe bien lo que es sufrir.

«Por sus retratos, por los lazos que establece entre ellos y los acontecimientos -escribió Veil-, Sofía Gandarias nos recuerda, a pesar de la dramática actualidad, que nunca se debe perder la esperanza en el ser humano».

En el centro de la sala donde se celebró la ceremonia de la donación estaba el retrato, la mirada severa de Lucila Godoy Alcayaga, más conocida como Gabriela Mistral, poetisa, pedagoga, diplomática, feminista «avant la lettre», y única escritora en lengua española que ha ganado el premio Nobel de Literatura.

La directora de la Biblioteca Nacional, Ana Santos, anfitriona del acto («nos honra mucho quedarnos con este regalo»), dio paso a Enrique Barón, quien destacó «la estatura física, moral e intelectual de la mestiza Gabriela, una mujer de ascendencia vasca y aymará».

El embajador de Chile en España, Francisco Marambio, hizo referencia a la fe de la Mistral en «la América que no tiene fronteras», en la que «los pueblos se fusionan y las culturas europeas y autóctonas se mezclan a través del contacto entre las convicciones religiosas precolombinas y cristiano-occidentales».

Para cerrar el acto, la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, subrayó -nunca en mejor sitio- «el compromiso de Gabriela Mistral con las bibliotecas públicas» y agradeció a la BNE su «aportación al conocimiento mutuo de nuestros pueblos» mediante «el intercambio de libros y de ideas».

«La huella de Gabriela Mistral -dijo también- se siente en nuestra América; en su labor para mejorar los sistemas educativos; en su lucha por los pueblos indígenas; en su afán por la equidad de género (…), y en su sueño por construir sociedades que valoren el conocimiento».

Grynspan pareció recordar aquel hermoso poema de la Nobel chilena titulado «Decálogo del artista», uno de cuyos versos reza: «No darás la belleza como cebo para los sentidos, sino como el natural alimento del alma». EFE (I)

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