Presentan catálogo de muestra «La fecundidad de la incertidumbre»

De izq. a derecha Fabián Mosquera y Amalina Bomnin

Guayaquil.- La curadora y critica de arte cubana  Amalina  Bomnin Hernández presentó el catálogo de la muestra de arte «La fecundidad de la incertidumbre» en la Sala de Lectura Miguel Donoso Pareja del Campus Centro de la Universidad de las Artes del Ecuador (UArtes),  el 15 de diciembre.

La muestra «La fecundidad de la incertidumbre» estuvo expuesta en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo, MAAC, entre junio y agosto de 2016.

La presentación del catálogo se realizó entre el periodista cultural y docente Fabián Mosquera y Amalina Bomnin, quien actualmente se desempeña como docente de la Universidad de las Artes, y explicó que cuando llegó de Cuba, le resultó estimulante encontrar un lugar donde trabajar, de manera similar a cómo lo había hecho en Cuba, cuando dirigía el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales de su ciudad natal. En cambio, al mismo tiempo, sentía que el reto de poder acceder a las instituciones y lograr que los artistas trabajaran en equipo en torno a una exposición se convertía en un desafío mayúsculo.

Advirtió que un grupo de artistas manejaba su práctica de acuerdo a similares problemáticas: la ausencia de un diálogo en torno a la cultura y sus procesos, la angustia de los socialismos del siglo XXI, la falsedad de ciertas construcciones culturales, los posicionamientos en torno al libre albedrío y las cuestiones de género, y tales poéticas relacionadas con el concepto de la deriva, quería asociarlas al concepto del filósofo Manfred Max Neef (Chile, 1932), quien hablaba justamente de estos desplazamientos desde la esterilidad de la certeza hacia la fecundidad de la incertidumbre, y que básicamente están relacionados con que “un artista debe trabajar desde el riesgo”. Si no asume riesgos, probablemente sea cualquier otra cosa, pero no un artista”, señaló Amalina.

“Entonces, empiezo a encontrar estas maneras similares de trabajar, en torno a no pensar en la producción de acuerdo a requerimientos de tipo comercial,  tampoco en el acomodo de la obra para un salón de arte, sino como esa práctica que se enriquece constantemente con el devenir, y que debe asumirse con un compromiso hacia el comentario y el posicionamiento político, cultural, religioso, y de toda índole”. Pensé que ese podía ser un punto de partida en las conversaciones para revisar y problematizar la idea de Manfred Max Neef acerca de la fecundidad de la incertidumbre”.

Catálogo de la muestra "La fecundidad de la incertidumbre"
Catálogo de la muestra «La fecundidad de la incertidumbre»

“Esa fecundidad de la incertidumbre podía significar proponer una obra que, en el trayecto, podía mutar totalmente. Comienzo a advertir que las obras tenían más que ver con ciertos ejes: La ciudad: realidades y virtualidad, el individuo vs colectividades, arte y educación y las beligerancias regionales en el Ecuador. Cómo se han manejado las rivalidades de los centros de poder en el país (Quito-Cuenca-Guayaquil) y cómo se pensaban los espacios era un tema que me interesaba. Y asimismo quería que artistas del arte acción se pudieran incorporar a este eje que yo había planteado porque notaba la apatía institucional en torno a ellas”.

“Uno de los cuestionamientos que me hacía era que todos los salones que se hacen en el país tenían que ver con pensar las propuestas sólo desde el soporte pictórico o escultórico. Los artistas del arte de acción quedaban marginados de la mayoría de los eventos. Sólo podían contarse escasas excepciones de consideración institucional en este sentido”. 

“Un artista realizaría composiciones urbanas que jugaran con la idea de la ciudad y su relación con  el río, y esto se me conectaba en su postura heracliteana con la manera de entender el arte por parte de los que lo hacían desde Cuba. Generar puntos de conexión más allá de sus diferencias territoriales era algo que de alguna manera me ayudaba a entender mi lugar en un contexto bastante árido para el arte. Mi preocupación era hallar los puntos comunes y, al mismo tiempo, tratar de comprender qué resultaba sustancial para los artistas de acá”.

“Una de las obras que me generó el primer acercamiento respecto a cuál sería el tono de la muestra fue un video que había visto de René Bohorquez en el MAAC. Se trataba de un personaje que constantemente generaba un sonido gutural incómodo, que se repetía constantemente como un loop. La extrañeza y perturbación que instauraba la pieza era el ánimo que pretendía para el resto. No era importante que René tuviera apenas veinte años y no fuese conocido. Lo fundamental era que desde sus incipientes estudios de arte había  logrado lo que otros supuestamente en su madurez creativa no habían alcanzado”.

“Fue interesante ver como todos, de alguna manera, se pusieron en sintonía a la hora de  concebir los discursos, empezaron a intercambiarse los proyectos, a pensar cómo podía quedar mejor la obra en el espacio, y se trabajó desde el ánimo de equipo. Me interesaba un poco darle a conocer al artista que se inicia en esta lid del arte, que se puede trabajar en equipo con un curador. Algo que en el Ecuador muchas veces faltaba”.

“A lo largo del proyecto se cambiaron algunos integrantes y obras. Tocó a esperar para hacer la exposición porque coincidió la inauguración con la fecha del terremoto de abril. Se pospuso, vino un silencio, y por un tiempo todos pensamos que se malograría. Nadie nos escribía ni nos daba razones. Los artistas estaban impávidos respecto a la ausencia de una decisión por parte del museo. Cuando nos avisaron para inaugurarla el catálogo no estaba listo”.

Yo no quería que fuera una muestra para colgar piezas en la pared, aunque terminó siendo eso. La Universidad planteó que no había presupuesto suficiente para asumir los gastos de producción y montaje de las piezas y tuvimos que adaptarnos a lo que alcanzábamos desde nuestros propios recursos”, concluyó la curadora.

María Rosa Jurado/Fotos LaRepública

(F)

 

 

Más relacionadas